La fiesta de alegría de los teucros pronto iba a convertirse en su destrucción total. |
En uno de sus famosos poemas épicos,
Homero describe el ingenioso dispositivo empleado por los griegos para
conquistar la ciudad de Troya durante la guerra de Troya.
Para permitir a los griegos entrar en
la legendaria ciudad furtivamente, el maestro carpintero, Epeius, construyó un
enorme caballo de madera, hueco. Según Homero, 100.000 soldados asediaban
Troya. El asedio de diez años, terminó cuando los griegos ocultaron algunos
soldados en el caballo y luego lo dejaron atrás, mientras pretendían retirarse.
A pesar de
la advertencia de Laocoonte[1], Sinon
convenció a los troyanos traer el caballo dentro de las murallas de la ciudad.
Por la noche el ejército griego volvió y los soldados que se habían escondido
en el interior del caballo abrieron las puertas de la ciudad a sus camaradas.
De esta manera Troya fue invadida con éxito y destruida.
Aunque la guerra entre los griegos y la
ciudad de Troya es generalmente considerado un hecho histórico, el episodio que
trata con el Caballo de Troya ha sido considerado un relato mitológico. No
obstante, a partir de esta epopeya podemos derivar algunas ilustraciones
oportunas que son aplicables a la situación en que nuestra Iglesia se encuentra
en la actualidad.
Durante muchos años la Iglesia
Adventista del Séptimo Día logró, con valentía y tenacidad, resistir a los
terribles asaltos del enemigo. Los muros de la "ciudad santa", se
mantuvieron inexpugnables. Pero en su determinación para conquistar y destruir
la Iglesia de Dios, el príncipe de este mundo se ha comprometido a emplear
inteligentes y mortales armas secretas.
"No hay nada que el gran engañador
teme más, como que vamos a descubrir sus estrategias." (CS, 506)
Después de muchos intentos de
conquistar la "Ciudad de Dios" aplicando el mismo tipo de acción
engañosa empleada por los griegos, el gran adversario ha sido capaz de obtener
sus fines introduciendo disimuladamente el Caballo de Troya del liberalismo
dentro de los muros de Sión.
Ahora que el liberalismo se ha
convertido en operativo dentro de nuestra Iglesia, percibimos lo vulnerables
que podemos ser a los asaltos de Satanás. Como Iglesia nos hemos inclinado a
creer que nuestro mayor peligro de ser derrotados por las fuerzas del mal
provendría de fuera. Mientras que podemos ser capaces de percibir claramente de
sobre los muros de Sión lo que Satanás está haciendo para conquistar y destruir
la Iglesia, no parecemos capaces de hacer mucho al respecto, estando firmemente
contra los males que están desarrollándose insidiosamente, en medio de nosotros.
Ellen White advierte:
“Tenemos más que temer de enemigos
internos que de externos”. (1MS, 142)
Los liberales no
son malas personas
Los que promueven el liberalismo en
nuestras filas no son personas "malas". Son creyentes comprometidos.
Muchos de ellos exhiben la belleza de las virtudes Cristianas en sus vidas. La
mayoría de ellos aman la Iglesia y quieren compartir la fe y las certezas de
nuestros antepasados, pero desafortunadamente, en la honestidad de sus
intenciones, no los tienen. Ellos son incapaces de ver la singularidad de
nuestro mensaje, el carácter distintivo de nuestra identidad, la dimensión
escatológica de nuestra esperanza, o la urgencia de nuestra misión.
Representando un amplio espectro de pensamiento religioso, ellos tratan de
reinterpretar el pensamiento Adventista teológico tradicional, vistiendo
algunas de nuestras viejas doctrinas, en lo que a ellos les parece ser nuevas y
atractivas prendas semánticas.
¿Por qué defienden estas personas,
puntos de vista liberales, entre nosotros? ¿Por qué están jugando ellos con
tanto entusiasmo, el papel de apóstoles de cambio en nuestro sistema teológico?
En primer lugar, a mí me parece que
están muy ansiosos por descartar la etiqueta de "culto" que se ha
utilizado tan ampliamente para caracterizar el Adventismo del Séptimo Día. Ellos
anhelan ver nuestro Movimiento religioso convirtiéndose en una parte de lo que
ellos consideran la “corriente principal del Cristianismo”. En su esfuerzo por
alcanzar "respetabilidad" religiosa, relevancia en el mundo
Cristiano, ellos sugieren la reinterpretación de algunos puntos de vista
históricos de nuestra teología, que creen que son bíblicamente indefendibles.
Aunque aceptan (todavía) algunos
aspectos de nuestro carácter distintivo, como el Sábado y nuestros principios
de salud, ellos creen que ha llegado el momento para una revisión de nuestro
sistema teológico. En el incentivo de dicha revisión, algunos se sienten
incómodos con el concepto de "Remanente", tal como fue entendido por
los fundadores de nuestro movimiento. Ellos creen que toda la "mentalidad
sectaria" debe ser rechazada como presuntuosa y arrogante.
Otros liberales, en su esfuerzo por
hacer nuestra teología más "relevante", cuestionan la integridad de
la Doctrina del Santuario y unen sus voces con las de nuestros adversarios en
esta materia. Ellos explican el ministerio de dos fases de Cristo en el Santuario
celestial, como un dispositivo de “lavado de cara”, creado por los hnos. Edson,
Crosier, y otros, para rescatar a nuestros pioneros del fracaso Millerista.
Hay quienes están supuestamente alarmados
acerca de lo que les parece ser excesivo material prestado por Ellen White de
una variedad de fuentes. Mal guiados por ideas distorsionadas sobre la forma en
que la inspiración funciona, ellos están dispuestos a cuestionar la validez de
sus afirmaciones, rechazando su autoridad profética.[2]
Algunos liberales definen nuestra
escatología como un subproducto de la cultura norteamericana del siglo 19 y,
como tal, merecedora de una sustancial reformulación. Ellos insisten en que
después de 145 años de la proclamación, ya no podemos mantener la expectativa
ferviente que impregnaba la Iglesia en sus años de formación.
Los científicos liberales de la Iglesia,
insisten en que la Doctrina de la Creación debe ser reevaluada en el contexto
de la información y las hipótesis científicas actuales.
Según varias fuentes[3],
la obsesión por el cambio en las filas Adventistas del Séptimo Día tuvo sus
inicios en los años 1950 y 1960, cuando nuestros estudiantes, en un número
mucho mayor que antes, comenzaron a asistir a los Seminarios Teológicos y Universidades
no Adventistas, en búsqueda de títulos avanzados. Algunos de esos estudiantes,
a pesar de las circunstancias desfavorables, fueron capaces de preservar su
experiencia religiosa y salieron fortalecidos en sus convicciones. Otros,
influenciados por la crítica bíblica moderna y la teología liberal, remodelaron
sus creencias. Al volver a sus iglesias como respetados pastores, y en nuestros
centros educativos como renombrados maestros, empezaron a predicar y enseñar
las doctrinas de demonios.
¿Qué se está obteniendo con esos intentos de cambio?
¿Qué estamos ganando con los intentos
liberales para que nuestro mensaje sea más "digerible" para el mundo?
Cuando se siembran tantas semillas de duda, incertidumbre y conflicto, ¿qué otra
cosa se puede esperar? El liberalismo está cosechando lo que ha sembrado.
Sembró la incredulidad, y está cosechando apostasías.
Después de su insidiosa penetración
dentro de las murallas de la “Ciudad de Dios”, el liberalismo, en sus diversas y
muchas formas y aspectos, ha logrado abrir las puertas de la Iglesia a la invasión
de otros males como, el pluralismo, el secularismo, el humanismo, el
materialismo, el futurismo y preterismo, el feminismo, y otros “ismos”, que en
su mayoría son totalmente desconocidos a la gran mayoría de los habitantes de
la “Ciudad Santa”.
El Pluralismo
Para atenuar las divergencias que
estamos enfrentando, algunos estudiosos Adventistas, sugieren la adopción
oficial del pluralismo teológico, la aceptación entre nosotros, de la
convivencia pacífica de opiniones en conflicto, incluso en oposición.
“No hablemos de doctrinas separadoras”;
“unidad”; “libertad”; “amor en todo"; “no permitamos las divisiones”; son unos
de los aforismos populares que inspiran a los eruditos pluralistas en su
llamamiento para flexibilidad y apertura. Pero, ¿quién va a determinar lo que
es esencial y lo que es negociable? ¿Los individuos, los ministerios
independientes, las sociedades teológicas, el consejo anual, o la Iglesia en su
conjunto, bajo la guía del Espíritu Santo? ¿Seríamos capaces de retener nuestra
autocomprensión como último Movimiento profético de Dios, si fuéramos a
fragmentar nuestras creencias, incluyendo en ellas los pensamientos de escuelas
divergentes?
Necesitamos unidad teológica en nuestra
predicación y en nuestras publicaciones, pero sobre todo, necesitamos unidad en
los departamentos teológicos de nuestros colegios y universidades, porque ahí
es donde se preparan los nuevos predicadores Adventistas. Y afirmo, y tengo
evidencias de que ninguna Escuela de Teología, bajo influencias pluralistas,
sacudida por la confrontación de ideas, puede producir predicadores con fuertes
convicciones. Sin predicadores que tienen certeza teológica, no hay poder en su
predicación.
La difusión exitosa del Evangelio en el
mundo mediterráneo en la época de los apóstoles, amenazaba la unidad Cristiana.
Las personas con antecedentes ampliamente divergentes (contrarios) fueron
bautizados, trayendo en la iglesia algunos de los conceptos religiosos
populares de la época. Por lo tanto, existía un peligro real de que las
enseñanzas de la Iglesia se verían afectadas por el sincretismo[4].
Consciente de este peligro, Pablo exhortó a los Efesios para mantener la
unidad. Ver Efesios 4:4-6. Pero, por supuesto, nunca les aconsejó abandonar la
verdad, para mantener la unidad. Se trataba de mantener la unidad en la verdad.
Dirigiéndose a "las iglesias de
Galacia", el apóstol expresó su pesar por la forma en que los Gálatas,
bajo influencias pluralistas, cambiaron de opinión y se apartaron de la gracia
de Cristo, para seguir un evangelio "diferente" (Gálatas 1:6). ¿Estuvo
Pablo de mente estrecha en su llamamiento a la unidad? Después de todo, los
judíos Cristianos ciertamente predicaban la salvación por medio de Cristo.
Ellos
nunca negaron, hasta donde sabemos, que era necesario creer en Jesús como
Mesías y Salvador. ¿Por qué entonces fue Pablo tan vehemente en su oposición a
esta predicación judeocristiana? Porque los judaizantes, insidiosamente
distorsionaban el Evangelio de Cristo, lanzando a los creyentes en un estado de
confusión mental y espiritual. A riesgo real de ser etiquetado como
intransigente, Pablo exhortó a los Gálatas no prestar atención a esos
mensajeros que, alegando la autoridad eclesiástica, atentaban contra la paz y
la unidad que existía entre los santos.
Vamos a aprender de la experiencia Metodista
El Metodismo en nuestros días es
conocido por su amplio abanico de creencias. Sus clérigos tienen libertad para
suscribirse a diferentes escuelas de interpretación bíblica. Los intentos para
definir una doctrina metodista básica se han enfrentado a mucha oposición, y la
teología metodista se volvió sorprendentemente divorciada de su propia
tradición. Las personas que quieren ser aceptadas como miembros de la iglesia,
ya no necesitan respaldar ningún credo específico. A la pregunta, "¿Qué creen
los metodistas?", ministros y laicos responden diciendo que creen en
Jesús.
Hoy la Iglesia Metodista está en una
disminución numérica empinada.
"En el período 1965-1975 la
Iglesia Metodista Unida perdió más de un millón de miembros", dice C.
Peter Wagner[5].
¿Y quién es el responsable de esta fuerte defección? El éxodo que los
metodistas están enfrentando, no es por culpa de fuerzas externas. La verdadera
culpa reside dentro de su iglesia. Si la Iglesia Metodista estuviese atacada
por los enemigos de fuera, si estuviera sufriendo persecución a causa de sus
esfuerzos por evangelizar el mundo, habría esperanza. Pero el mundo no persigue
una iglesia que parece estar por nada. La Iglesia Metodista está disminuyendo
como resultado de su incapacidad de preservar su propia herencia religiosa.
¿Podemos aprender algunas lecciones
provechosas de su experiencia desconcertante?
Preterismo, Criticismo Histórico, y Futurismo
Un segmento importante de la comunidad
académica Adventista del Séptimo Día ya no acepta los principios de
interpretación profética que hicieron de nuestra iglesia lo que es. En los libros de Daniel y La Revelación,
nuestros pioneros encontraron nuestro tiempo y nuestra misión. Aplicando el
método historicista de interpretación profética, que había sido utilizado por
la mayoría de los Cristianos durante siglos y que obtuvo la posterior
aprobación de Ellen G. White, nuestros antepasados fueron capaces de desvelar
la historia del largo conflicto entre Cristo y Satanás. Ellos pudieron comprender
que deben considerarse a sí mismos como una parte integral del programa
cósmico.
Hoy, sin
embargo, observamos un rechazo gradual del enfoque historicista, y una
creciente aceptación de las escuelas de la Contrarreforma de interpretación
profética. Por otra parte, el criticismo histórico no permite la verdadera
predicción de largo alcance. Como resultado de ello, en algunos sectores
nuestro mensaje ha sido cambiado y ha perdido su carácter distintivo y su
poder.
Moviendo el cumplimiento de las
profecías largas al fin del mundo (la visión futurista), o relegando su
importancia en el pasado distante (la vista preterista), o negar la verdadera
profecía a largo plazo (el criticismo histórico), hace las profecías de Daniel
y La Revelación irrelevantes y transforma el Movimiento Adventista en sólo otra
denominación sin poder y mensaje profético especial.
El Secularismo
Otro intruso que está ampliando su
presencia dentro de las murallas de la “Ciudad de Dios” es la tendencia
conocida como "secularismo", a menudo definida como la organización
de la vida como si Dios no existiera. Su creciente influencia está produciendo
una disminución de la asistencia (no participar al culto), la reducción de
compromiso con los ideales Cristianos, y una creciente tendencia de ver la
iglesia -cualquier iglesia- como obsoleta e irrelevante. El crecimiento
profesional y el prestigio, los negocios y las ganancias, el estatuto económico
y los logros académicos, son sobreestimados, mientras que las virtudes Cristianas
se descuidan, o son colocadas en un segundo plano.
En las últimas dos décadas hemos visto
las instituciones adventistas afectadas por cambios sustanciales que no han
sido todos en el lado positivo. Disimuladamente, el secularismo hace avances
que tienden a eclipsar el carácter religioso de estas instituciones. Los
servicios religiosos siguen todavía su curso en las iglesias locales, pero son
más una forma ritual, que una fuerza espiritual.
El liberalismo teológico hace una
inmensa contribución a este secularismo insidioso de los creyentes y de las
instituciones, rechazando la autoridad eclesiástica, la autoridad bíblica, y un
organismo autoritario de la verdad. Es más que dispuesto a alinear la religión
al espíritu de los tiempos.
Otros Males
Otros males, como la libertad académica
exagerada, el enfoque histórico-critico a la Escritura, y la evolución teísta
(con su muy larga cronología de millones de años) hacen su contribución en
socavar la confianza en las creencias básicas, y conduciendo las congregaciones
al desastre espiritual.
Es imposible impedir la enseñanza de
opiniones aberrantes dentro de la Iglesia, cuando se acepta el concepto de
libertad académica, sin correcta responsabilidad confesional. Los defensores de
la libertad académica en medio de nosotros, declaran que no somos una
denominación de credo, y por lo tanto, cada creyente debe tener la libertad de
respaldar diferentes puntos de vista teológicos. Pero yo entiendo que si un
individuo es Adventista Del Séptimo día, él o ella, debe suscribirse a nuestras
creencias fundamentales en su totalidad; de lo contrario, él o ella, deja de
ser un Adventista del Séptimo Día. Nadie puede afirmar que es representante de
ninguna organización del mundo, si no respeta las normas de aquella
organización, sea ella secular o religiosa. Es un nonsense[6] afirmar
ser representante de Coca-Cola y vender Pepsi-Cola, o afirmar ser católico y
predicar el descanso del séptimo día.
Yo creo, que la Iglesia[7], tiene
el derecho incuestionable de decidir qué enfoque debería ser utilizado por
nuestros eruditos y predicadores. Esta es nuestra única salvaguardia para
proteger nuestro patrimonio religioso, que se suscribe al principio de la
Reforma, que la Biblia es la Palabra infalible de Dios y su propio intérprete.
La evolución teísta (o el creacionismo progresivo) es un concepto aceptado por
un número creciente de científicos en nuestras filas. Implica la subordinación
y el alojamiento de las Escrituras bajo la visión darwiniana de evolución
gradual. Los que respaldan esta corriente, ya no consideran partes clave de la
Biblia, como fuentes fiables de información histórica. Al tomar esta posición,
ellos colocan las hipótesis científicas por encima de las Escrituras, haciendo
la ciencia un juez de la Palabra de Dios.
La Quinta Columna
La Guerra Civil española dejó más de un
millón de muertos.
En el otoño de 1936 las fuerzas
sublevadas avanzaban firmemente hacia Madrid y parecía que la capital iba
realmente a caer. El general Emilio Mola mencionó publicamente que bajo su
mando cuatro columnas se dirigían hacia la capital. Pero secretamente, había
una quinta columna formada por los simpatizantes del Alzamiento que dentro de
la capital trabajaban clandestinamente para socavar las defensas de la ciudad y
entregarla en las manos del general a su llegada.
La expresión pasó a ser parte del
vocabulario militar y se usa desde entonces para designar, en una situación de
confrontación bélica, a un sector de la población, generalmente minoritario,
que mantiene supuestas lealtades hacia el bando enemigo, debido a motivos
religiosos, económicos, ideológicos o étnicos.
Aunque
este relato es auténtico y moderno y parece muy original y brillante, ¿acaso no
se parece con lo que hablamos al inicio de esta meditación?
El Caballo de Troya vuelve, una y otra
vez, a penetrar las fortalezas de todo el mundo, a pesar de todas las
advertencias pasadas y presentes. Desafortunadamente, La Ciudad de Dios,
supuestamente inexpugnable, no es una excepción.
Muchas civilizaciones han sido
derrotadas por el sabotaje interno de quintacolumnistas. La historia nos
advierte de lo que puede ocurrir en la Iglesia. El Espíritu de Profecía nos
advierte que la oposición externa no es nuestro peor enemigo. En cambio, las insidiosas
influencias de deterioro introducidas por Satanás, nuestro gran adversario,
hacen el mayor daño posible.
¿Cuál ha sido la mayor derrota sufrida
por la Iglesia Cristiana? ¿Fue la pérdida de vidas como resultado de la
violencia, el martirio y la tortura? No. La más grande derrota de la Iglesia
ocurrió cuando aceptó el favor del Imperio Romano y perdió su pureza y fervor.
Cuando la Iglesia salió de las catacumbas, se ajustó al esplendor del mundo.
Los quintacolumnistas de Satanás -su Caballo Troyano- debilitaron la Iglesia
internamente, allanando el camino para la dilución de la fe y el
establecimiento del pseudo-Cristianismo.
Conclusión
La imagen que he presentado de la
Iglesia Adventista del Séptimo Día, puede ser considerada sombría y oscura.
Pero al terminar, me gustaría presentar un lado más brillante. A pesar de los
problemas que enfrentamos actualmente, tenemos muchas razones para creer en el
triunfo de nuestro mensaje, siempre y cuando nos mantengamos fieles a la
Biblia. Un avivamiento vendrá y nuestros ojos verán poderosos milagros en la
evangelización. Las promesas de Dios no fallan. Todo el mundo será testigo de
sus cumplimientos, pero solamente pocos van a presenciar eso con gozo, en vez
de con horror.
Nuestro mensaje y movimiento merecen
ser caracterizados por un espíritu triunfante. Ellos no se basan en “fábulas
artificiosas”, sino en el fundamento inquebrantable de “la palabra profética
más segura”.
“Puede parecer que la Iglesia está por
caer, pero no caerá.” (2MS, 380)
Pero no todos los que hoy son miembros
de la Iglesia, serán parte del Remanente. Es falso afirmar hoy que, “Somos el Remanente
de Dios”. Esto no es verdad. Sé que esto se predica de casi todos los pulpitos
Adventistas pero es una mentira. Los que forman el Remanente de Dios no tiene
el espíritu y las doctrinas mundanales liberales, o seculares, o feministas, o
sincretistas, en ninguno de los aspectos de su vida personal, ni en casa ni en
la Iglesia. El Adventista del Séptimo Día lo es todos los días, no sólo el
séptimo día, formal y enmascarado con sonrisas hipócritas y santidad farisaica.
La convicción firme e inquebrantable de
que Dios Mismo guía a este Movimiento Misionero, me permite declarar sin sombra
de duda, que el fuego en los altares de los Adventistas del Séptimo Día nunca
se apagará. La determinación de ganar el mundo para Cristo va a motivar al
Remanente a unirse en Espíritu y en verdad, a pesar de las distancias kilométricas y la apostasía Omega que limpiará la escoria,
y evangelizar el mundo. La tierra será iluminada con la gloria de nuestra
proclamación de la esperanza del Advenimiento.
[1] Laocoonte,
pronuncia la famosa frase “Timeo Danaos et dona ferentes” (Desconfío de los
dánaos [griegos] incluso cuando traen regalos), advirtiendo así a los troyanos
de que podría ser una trampa, que dentro del caballo podía haber tropas aqueas
y sugirió quemarlo, pero los troyanos no le hicieron caso.
[2] Muchos
teólogos Adventistas siguen las huellas de otros Adventistas que al salir de
nuestras filas, empezaron primero despreciar y criticar los escritos del
Espíritu de Profecía, y luego acusaron de plagiado a Ellen White.
[3] He usado
artículos de varias publicaciones Adventistas para comparar y poder tener una
visión general sobre el tema. Aquí sólo he presentado una conclusión resumida.
[4] Sincretismo
- Sistema en que se concilian doctrinas diferentes, o el fenómeno por el que
diversas funciones coinciden en una forma única. (Adorar a Baal y a Dios al
mismo tiempo).
[5] “Leading Your Church to
Growth”, p. 32
[6] Sin sentido/estupidez/falacia
[7] El cuerpo
completo de los miembros a nivel mundial, representados por la Conferencia General
en sesión plenaria.
Mi querido hermano Claudio Popa. Tengo el placer de exaltar el Dios vivo y eterno por las bendiciones que Él nos da a todos; es también mi deber dar a usted la expresión de mi gratitud por este documento que acabo de leer. Un documento à la altura de la situación de crisis en la que la Iglesia de Dios se enfrenta estos días - fruto del profundo sueño en que permitimos que el enemigo, Satanás, la antigua serpiente en indujo hacia a algún tiempo a esta parte. Tengo llorado (literalmente) en estos días debido a la situación desastrosa y desafortunada en la que este movimiento y su mensaje ha estado viviendo en un momento como este. Con la llegada, ya que esta à las puertas de los más difícil y la más satisfacción de la Iglesia Adventista del Séptimo día, sólo puedo rezar con todo el fervor que el Todopoderoso me concede Dios, que el sacerdocio fue una vez mandó a los levitas (hombres) y desde 1844 con el adventismo Millerita y después de 1863 a principios de este siglo XXI, permanecer indeleble y arraigar cada vez más en estas filas de Israel espiritual. Para el hogar que estamos casi a salir; ¿Aún lejos Canaán? Creo firmemente que no. Sin embargo, hoy más que nunca, incumbimos a nosotros ponernos de rodillas y orar diariamente por el enemigo nunca conseguir su victoria planeada. Ahora venga Señor Jesucristo. Amén.
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