Tu posición... puede peligrar... tu salvación |
La
Tercera Opción afirma: -#7
“La recomendación, construida sobre “una
distinción entre Mandamientos o verdades eternas, e ideales eclesiológicas”,
puede preservar la unidad de la Iglesia.”
Esta es sólo una
de las múltiples declaraciones que destacan la unidad de la iglesia como la
principal preocupación de la tercera opción: "Esta distinción entre
mandatos o verdades eternas, e ideales eclesiológicas, puede proporcionar, a
nuestro juicio, una idea clave que puede ayudar a la Iglesia a avanzar en
unidad, si no en la uniformidad, sobre esta cuestión." La “tercera opción”
parece ser un intento, en aras de la unidad, al proporcionar un compromiso
aceptable entre dos posiciones opuestas. Ellos afirman: "Creemos que las
preocupaciones centrales dentro de las distintas posiciones en el debate sobre
la ordenación, pueden ser afirmados sin sacrificar principios, y seguir todavía
manteniendo la unidad del cuerpo de Cristo."
Aunque
la tercera opción expresa su interés por la fidelidad a la Biblia, uno no puede
pasar por alto el hecho de que su objeto principal es el de preservar la unidad
de la Iglesia. Esto, sin embargo, es un fallo fundamental. Cuando la unidad es
nuestra principal preocupación, la fidelidad bíblica siempre sufre. La tercera
opción parece sugerir que el problema actual no es lo suficientemente
importante como para desafiar las consecuencias percibidas al elegir seguir la
voluntad "preferida" de Dios. Pero así como animamos a los nuevos
creyentes a obedecer el Sábado o devolver un diezmo íntegro, sin importar las
temidas consecuencias, siguiendo el ejemplo de los tres jóvenes hebreos (Daniel
3), del mismo modo nosotros también debemos ejercer la fe en Dios y obedecer la
Biblia. Nuestra única esperanza para una verdadera unidad en la Iglesia reside
primero en descubrir el significado correcto de la Escritura y luego seguirla,
confiando las consecuencias a Dios.
Otro
error fundamental de la tercera opción, es su intento de preservar o mantener
la unidad, donde no existe unidad. El hecho de que todos operamos dentro de la
misma organización eclesiástica no nos hace ser unidos. No es la unidad la que
nos condujo a realizar este estudio exhaustivo tan caro sobre el tema de la
ordenación de mujeres. El propósito de este estudio fue de resolver
bíblicamente lo que ha sido para la Iglesia una innegable fuente de desunión.
Con este objetivo en la mente, la tercera opción nos deja peor que cuando
empezamos. En lugar de recomendar una decisión basada en la autoridad de la
Escritura, la tercera opción intenta eliminar la desunión, concluyendo que no
estamos obligados a seguir lo que nos enseñan las Escrituras sobre este tema en
particular.
Adoptar
la recomendación de la tercera opción, establecería un precedente peligroso. En
vez de preservar la unidad, sería en efecto, institucionalizar la desunión y
debilitar seriamente la confianza de nuestro pueblo en la Biblia. Además, sería
una amenaza para nuestra identidad como una verdadera organización eclesiástica
mundial, porque nos movería hacia un sistema más congregacional de gobierno
eclesiástico, en el que cada División, Unión, Conferencia e iglesia local, es
libre de hacer lo que parece correcto en sus propios ojos.[1]
Ya
existen Uniones Adventistas del Séptimo Día que han ordenado mujeres como pastores,
en oposición directa a la política votada de la Iglesia mundial. ¿Tienen esas Uniones
una circunstancia especial o extrema que requería la ordenación de mujeres? La
tercera opción no menciona ninguna, y sin embargo, esas Uniones, estuvieron
dispuestas a forzar toda una región de la Iglesia, a una práctica que está en
clara oposición a las decisiones de la Iglesia a nivel mundial, tomadas en las
sesiones de la Conferencia General. ¿Cómo hacer que los que han fomentado la
desunión, preserven la unidad? La tercera opción no responde a esta pregunta.
Sólo podemos suponer que sus defensores, temen las consecuencias que ellos se
imaginan que resultarían por exigir a esas Uniones que sigan la voluntad
"preferida" de Dios. El problema con adoptar esta decisión, sin
embargo, es que, las consecuencias de no seguir la Biblia serían aún peores.
La
historia que nos fue dada en la Escritura es "escrita para nuestra
admonición, sobre quienes ha llegado el fin del mundo" (1ªCorintios
10:11). La ignoramos a nuestro propio riesgo. Si permitimos el desvío del
modelo bíblico en este caso, entonces, ¿qué cuestión de fe o qué práctica, será
la siguiente que nos vamos a sentir obligados a conceder?
Mientras
pronostica la desunión, si optamos por seguir la voluntad de Dios, la tercera
opción no pronostica el impacto terrible de su propia recomendación. Dado que
enseña que el modelo y la preferencia de Dios, es tener varones como ancianos y
pastores, los miembros de Iglesia dedicados, pueden legítimamente preguntarse:
"Si creemos que la Biblia enseña que el anciano/pastor debe ser un varón,
entonces ¿por qué ordenamos mujeres?" Los pastores y los líderes de la Iglesia
se enfrentarán a la tarea imposible de explicar, que con ciertas instrucciones
bíblicas, si la mayoría debidamente autorizada siente de otra manera, no
tenemos que seguir la Biblia. Entonces, en nuestro alcance evangelístico, las
apelaciones para seguir la Biblia en lugar de los preceptos de los hombres, se
harían huecas mientras tratamos de explicar, por qué, en algunos casos,
nosotros como Iglesia hemos elegido un camino diferente a voluntad preferida de
Dios.
En
última instancia, el poder persuasivo de nuestro mensaje y la misión de la Iglesia
serían sacrificados, todo en aras de proteger una unidad imaginaria. Para colmo
de males, la tercera opción sugiere que aquellos que continuarían expresar
disensión abierta a esta desviación de la Biblia, se arriesgarían a
"oponerse a Dios"; una sugerencia que aparece colocar la autoridad de
la Iglesia por encima de la autoridad de la Escritura. Al final, la aceptación
de la recomendación de la tercera opción, fortalecerá aún más, precisamente lo
que ellos esperaban evitar. No la unidad, sino la desunión, sería el resultado
seguro.
Conclusión
Tenemos un gran
respeto y aprecio por aquellos que se han esforzado por ofrecer una tercera
opción en el actual debate sobre la ordenación de mujeres. Sin embargo, aparte
de matices menores, su propuesta no presenta una visión única sobre los pasajes
bíblicos relacionados con la ordenación de las mujeres. En su lugar, se trata
de proporcionar una justificación bíblica para la flexibilidad en esta y otras
"ideales organizativos no morales" como una forma de lidiar con
nuestras diferencias. El argumento de que este enfoque es bíblico, sin embargo,
no es convincente por las siguientes razones: (1) la tercera opción se basa en inferencias
extraídas de ejemplos descriptivos en lugar de la instrucción prescrita; (2) buscan
excepciones aisladas permitidas por Dios en la antigüedad y en circunstancias
extremas para justificar la asignación a gran escala de una práctica no bíblica
en Su Iglesia de los últimos días, para cualquier circunstancia; (3) confunden lo
que Dios permite en Su misericordia, con lo que Él respalda con Su bendición;
(4) llegan a conclusiones injustificadas tomadas de relatos bíblicos y luego
las aplican al actual asunto de ordenación de mujeres; (5) no se refieren a los
ejemplos bíblicos clave que contradirían sus conclusiones; (6) no logran ver
los desastrosos resultados de la aplicación de su lógica en todos los casos;
(7) sitúan los concilios de la Iglesia en una posición de autoridad sobre la Palabra
de Dios; y (8) se atreven a considerar la instrucción bíblica como flexible,
cuando la inspiración nos ha dado ninguna tal indicación.
Al
leer el resumen de la posición de la tercera opción, uno fácilmente puede verse
influenciado por las continuas referencias a algunas enseñanzas bíblicas, como
siendo organizativas o eclesiásticas. Esas palabras tienen el efecto de
disminuir la importancia de la instrucción, dándole una mera calidad humana y
haciendo más fácil de verlas como flexibles. Debemos recordar, sin embargo, que
el criterio del sexo [genero] con respecto al oficio de anciano/pastor es algo
más que una directriz organizativa o norma eclesiástica; es un requerimiento
bíblico. Aquí no tratamos con el Manual de la Iglesia o con políticas de
trabajo, sino con la Biblia. Simplemente no tenemos la autoridad para adaptar o
hacer caso omiso de las instrucciones inspiradas.
Al
etiquetar su propuesta como posición "moderada", los defensores de la
tercera opción lamentablemente quieren decir que recomendar a la Iglesia mundial
obedecer la voluntad preferida de Dios sería una posición extrema. La verdad,
sin embargo, es que vamos a hacer a la Iglesia una gran injusticia si no
seguimos la instrucción bíblica con respecto a quién es calificado para ser
ordenado en la función vital de anciano/pastor. No sólo es contradictorio, pero
potencialmente fatal para nuestra misión, decir que aunque la Biblia enseña una
cosa, la Iglesia tiene la autoridad para establecer diferentes prácticas en las
zonas donde así lo decida la mayoría. Debemos recordar que la decisión del
Consejo de Jerusalén, que se aplicó a todas las iglesias, no se resolvió
simplemente por la discusión en grupo, el razonamiento cuidadoso, o los testimonios
inspiradores. Todos éstos fueron importantes, pero ninguna solución del debate
podría aceptarse hasta que se demostró que "las palabras de los profetas
están de acuerdo, conforme a lo que está escrito" (Hechos 15:15).
Del
mismo modo, la cuestión de si se debe o no ordenar mujeres, no puede ser
resuelta con razón solamente por los consejos eclesiásticos, por mucho cuidado
que esos tendrán. La "preferencia" de Dios, y no del hombre, debe
prevalecer. "Dios tendrá en la
tierra un pueblo que sostendrá la Biblia y solamente la Biblia, como estándar para
todas las doctrinas y como base para todas las reformas. Ni las opiniones de
los sabios, ni las deducciones de la ciencia, ni los credos o decisiones de
concilios tan numerosos y discordantes como lo son las iglesias que
representan, ni la voz de la mayoría, nada de esto, ni en conjunto ni en parte,
debe ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de
fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto, debemos
cerciorarnos de si los autoriza un categórico, “Así dice Jehová”."[2]
Mientras
que la tercera opción difiere mucho de la visión pro-ordenación en muchos
aspectos, hay una similitud clave que debería hacer reflexionar a todos los
creyentes en la Biblia Adventistas del Séptimo Día. Para concluir que la
iglesia puede ordenar mujeres como ministros, ambos grupos han tenido que
introducir métodos de interpretación de las Escrituras (hermenéutica) que son
nuevos para la Iglesia Adventista. La opinión pro-ordenación, a fin de explicar
su conclusión, se vio obligada a introducir en el
Informe del Comité de Estudio de la
Teología de la Ordenación de la División Norteamericana una nueva hermenéutica
llamada, “Base de Principios Históricos-Culturales”. Ahora, la tercera opción
ha introducido un nuevo método de interpretación en el que, categorías enteras
de instrucción bíblica, son consideradas flexibles, ya sea indicado como tal
por la inspiración o no. Ambos estos nuevos métodos, fueron necesarios para
evitar la conclusión obtenida por la simple lectura de los pasajes bíblicos
aplicables que el oficio de anciano/pastor está reservado únicamente para los hombres
[para los varones].
Por
lo tanto, si aceptamos la opinión de cualquiera de esos dos grupos, también
debemos estar dispuestos a aceptar que: (1) estamos adoptando un enfoque de
interpretación y aplicación de las Escrituras, ajeno a la Iglesia Adventista; y
(2), al hacerlo, estamos abriendo una puerta a aberrantes interpretaciones de
la Biblia, que será casi imposible cerrar.
Tenemos
una gran simpatía por el deseo de la tercera opción de mantener unida una iglesia
que actualmente está dividida por el tema de la ordenación de mujeres. Sin
embargo, su noble intención, nunca se hará realidad mediante el plan que
recomienda. Aunque su objetivo es preservar la unidad, eso premia e
institucionaliza la desunión. Si bien afirma que deja nuestras hermenéuticas
sin compromiso, la tercera opción introduce un método ajeno de adaptar la
enseñanza bíblica que sería desastroso para nuestra misión e incluso por
nuestra credibilidad como una Iglesia basada en la Biblia. Mientras busca
proteger la distinción de género, la tercera opción en realidad, la anula
llamando el lenguaje específico para anciano, "sólo uno entre una serie de
requisitos". Mientras que pretende evitar que la misión de la iglesia sea
dificultada, la tercera opción dificulta la misión misma, dando a entender a
los laicos no ordenados, que para avanzar en la obra es necesaria la ordenación.
Y en un esfuerzo para proteger la libertad religiosa, termina marginando a
aquellos cuyas conciencias están sometidas a la clara enseñanza de la Escritura.
Si
bien circunstancias excepcionales favorecieron la participación de algunas mujeres
en grandes roles de liderazgo espiritual, no vemos seguridad en abrir las
puertas a la ordenación de mujeres, en contradicción directa con los requisitos
bíblicos.
“Nadie se engañe a sí mismo con la creencia
de que una parte de los Mandamientos de Dios no es esencial, o que Él aceptará
un substituto en reemplazo de lo que Él ha ordenado. … Dios no ha puesto en Su
Palabra ningún mandamiento que los hombres puedan obedecer o desobedecer a su voluntad
sin sufrir las consecuencias.”[3]
La
Iglesia ha experimentado en los últimos decenios una polarización creciente en
muchas áreas de la fe y la práctica. El tema que nos ocupa no es el único en el
que nos enfrentaremos a opiniones conflictivas. No debemos establecer un
precedente, en dejar áreas complicadas de la Escritura a la decisión de cada División,
Unión, Conferencia o iglesia local. Somos una Iglesia mundial, y debemos
permanecer unidos en la verdad bíblica, sin importar cuán fuerte sea la presión
de hacer otra cosa.
En
lugar de confinar nuestro interés para el ministerio de las mujeres a la
cuestión de la ordenación, la Iglesia debería abrir para las mujeres, una gama
más amplia de oportunidades ministeriales. Debe proporcionar opciones
educativas mejoradas para preparar mujeres piadosas para servir en aquellas
áreas donde ellas pueden hacer una obra mayor que la de los hombres.
“El Señor hará brillar la luz de Su rostro
sobre esas mujeres animadas por el espíritu de sacrificio personal, y les dará
un poder superior al de los hombres. Ellas pueden realizar en las familias, una
obra que los hombres no pueden hacer, una obra que penetra hasta la vida
íntima. Ellas pueden acercarse a los corazones de personas a las cuales los
hombres no pueden alcanzar. Su cooperación es necesaria.”[4]
Como Iglesia, también deberíamos hacer
esfuerzos mucho mayores para afirmar, apoyar, y asistir la labor de las madres Cristianas.
Y en cuanto a las mujeres que trabajan en el ministerio, ellas deben ser
compensadas en armonía con la vital importancia de su trabajo y el tiempo que
dedican a ello. Estas valiosas iniciativas deben iniciarse sin demora. Sin
embargo, dejar espacio para actuar en contra de la Palabra de Dios, sólo traerá
daño a la causa de la verdad y a la Iglesia que amamos. Que Dios nos ayude a
permanecer fieles a Su Palabra, reafirmando y mejorando aún más el papel de las
mujeres en el ministerio.
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