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martes, 7 de abril de 2015

¡No me juzgues! (parte 2)




EL EVANGELIO DE TOLERANCIA vs DISCIPLINA EN LA IGLESIA
Parte 2

La Tolerancia No Es Indiferencia O Pasividad.

Hay que distinguir entre la tolerancia genuina y la pasividad o la indiferencia moral, que es inherente en el “evangelio de tolerancia”. Demasiado de lo que sucede bajo el nombre de tolerancia, no es el resultado de la evaluación de principios, sino que es, simple indiferencia moral. Es simplemente, falta de interés en lo que hacen los demás, en lo que ellos creen y en cómo se comportan: Esta es una filosofía peligrosa y anti-Bíblica:“¿Qué me interesa a mí, soy yo guarda de mi hermano?”
Cualquiera sociedad o grupo que es indiferente a la verdad, está en bancarrota moral, porque no está dispuesto, o es incapaz de discernir el bien del mal. Cualquiera iglesia que se inclina a este nivel de indiferencia, inevitablemente invitará el juicio de Dios sobre sus miembros.

         "Dios considera a Su pueblo como un cuerpo, responsable por los pecados que existen en los individuos que están entre ellos. Si los dirigentes de la Iglesia descuidan la investigación diligente de los pecados que traen el desagrado de Dios sobre el cuerpo, llegan a ser responsables por estos pecados." (3TI 298)
¿Te parece intolerante esta declaración del Espíritu de Profecía? Esta es la razón por la cual los Adventistas del Séptimo Día deberían tomar muy en serio la disciplina eclesiástica.
Desafortunadamente, aquellos que han aceptado el “evangelio de tolerancia”, no creen ni en la disciplina de la Iglesia, ni en las razones para ello.

RAZONES PARA DISCIPLINA EN LA IGLESIA

El Manual de la Iglesia dice:
"Entre los pecados graves por las cuales los miembros estarán sujetos a la disciplina de la Iglesia se encuentran los siguientes:
-         La negación de la fe en los principios fundamentales del Evangelio y en las doctrinas cardinales de la Iglesia, o la enseñanza de doctrinas contrarias a ellas.
-         La violación de la Ley de Dios, tal como la adoración de ídolos, el homicidio, el robo, la profanidad, los juegos de azar, la transgresión del Sábado, y la falsedad voluntaria y habitual.
-         La violación del séptimo Mandamiento de la Ley de Dios con respecto a la institución del matrimonio, al hogar Cristiano y a las normas bíblicas de conducta moral.
-         Abuso sexual contra niños, jóvenes y adultos vulnerables, la fornicación, la promiscuidad, el incesto, las prácticas homosexuales, la producción, uso o distribución de pornografía, y otras perversiones sexuales.
-         El nuevo casamiento de una persona divorciada, excepto el cónyuge que permaneció fiel a los votos matrimoniales en un divorcio causado por adulterio o por perversiones sexuales del otro cónyuge.
-         El uso de la violencia física, incluyendo la violencia familiar.
-         El fraude, o el faltar voluntariamente a la verdad en los negocios.
-         La conducta desordenada que traiga oprobio a la causa.
-         La adhesión o la participación en un movimiento u organización divisionista o desleal.
-         La persistente negativa en cuanto a reconocer a las autoridades de la Iglesia debidamente constituidas, o negarse a someterse al orden y a la disciplina de la Iglesia.
-         El uso, la elaboración, o la venta de bebidas alcohólicas.
-         El uso, la manufactura, o la venta de tabaco en cualquiera de sus formas para consumo humano.
-         El uso indebido, la elaboración, o el tráfico de narcóticos y otras drogas.

Aunque hoy el café no está incluido en la lista de “pecados disciplinarios”, la profeta del Señor lo declara una droga peligrosa. Aquí dejo unas citas del Espíritu de Profecía respecto a esta bebida adictiva, que es una droga:
El té, el café y el tabaco son todos estimulantes, y contienen veneno. No solamente son innecesarios, sino perjudiciales, y deben ser descartados si hemos de agregar al conocimiento, la temperancia.” The Review and Herald, 21 de febrero de 1888.        
         “No bebáis nunca té, café, cerveza, vino o cualquier otra bebida alcohólica…. El té, el café, y el tabaco, así como las bebidas alcohólicas, constituyen diferentes grados en la escala de los estimulantes artificiales… Es una advertencia de las más fuertes contra el uso de estimulantes y narcóticos tales como el té, el café, el tabaco, el alcohol y la morfina. Estas complacencias pueden bien ser clasificadas entre la concupiscencia que ejerce una influencia perniciosa sobre el carácter moral. (Ellen G. White. Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, 507)
Y por si acaso alguien queda con dudas:
         “El beber té y café es un pecado, una complacencia dañina, que, a semejanza de otros males, perjudica el alma.”(Íd. 511)
Aunque el Espíritu de Profecía se refiere al café como a una droga, y enfatiza que es un pecado su consumo al lado del tabaco y el té (verde o negro), los líderes modernos han puesto bajo un silencio de muerte (!!) este aspecto, seguramente por motivos de tolerancia. Bueno, ese “silencio de muerte” según mi Biblia, será la recompensa para los que actúan de este modo. Este paréntesis es un ejemplo de “intolerancia crasa”.

Continuemos con el Manual de la Iglesia:
"La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce la necesidad de ejercer un gran cuidado para proteger los intereses espirituales más elevados de sus miembros, para garantizar un trato justo, y para salvaguardar el nombre de la Iglesia.
En caso de transgresión de los Mandamientos de Dios, donde hay un profundo arrepentimiento y la confesión plena y libre, dando evidencia de que la auténtica conversión ha tenido lugar, la Iglesia puede imponer medidas disciplinarias al colocar al transgresor bajo censura por un período determinado de tiempo.
Sin embargo, en caso de violación flagrante de la Ley de Dios, que ha traído reproche público a la causa, a la Iglesia, puede resultar necesario, a pesar de que se ha hecho una confesión sincera, eliminar a una persona de la membresía de la Iglesia, para proteger su nombre y sus normas Cristianas. Más tarde, cuando es evidente que la vida de la persona es consistente con las normas de la Iglesia, el delincuente puede ser recibido de vuelta al redil, después de bautizarse de nuevo. La Iglesia no puede permitirse el lujo de tratar a la ligera con tales pecados, ni permitir que consideraciones personales pueden afectar a sus acciones. Debe registrar su desaprobación decisiva y contundente a los pecados de fornicación, el adulterio, a todos los actos de indiscreción moral, y a otros pecados graves; al mismo tiempo, debe hacer todo lo posible para restaurar y recuperar a los errantes.
A medida que el mundo crece continuamente más permisivo en materia moral, la Iglesia no debe bajar los estándares establecidos por Dios." (Manual de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Edición 2000, páginas 184, 185).

Por desgracia, cada vez que aparece el tema de la disciplina en la Iglesia, los adeptos del “evangelio de tolerancia” presentan su doctrina de “¡no me juzgues!” con toda intolerancia posible. Pero el “evangelio de tolerancia” es un grave error y la doctrina de "¡no me juzgues!" sobre la cual se basa es igualmente destructiva, como intentaré demostrar más adelante.
         Si solo la mitad de las normas escritas en el Manual de la Iglesia se pondrían en práctica en todas las comunidades locales, más de la mitad de los actuales líderes y miembros de la Iglesia deberían ser eliminados de la Iglesia de inmediato. Y... bueno... entonces… mucha gente se quedaría sin trabajo. Y... quedarte sin trabajo, significa quedarte sin dinero. Así que uno puede intuir el aspecto económico del “evangelio de tolerancia”, además de contribuir en la estrategia infernal para la destrucción de la Iglesia de Dios.

LA DOCTRINA, "¡No me juzgues!"

La declaración de Cristo: "No juzguéis, para que no seáis juzgados", es tal vez el segundo más popular verso en la Biblia, al lado del mandato de Cristo de, "amarnos unos a otros." Creo que todos hemos citado personalmente estas palabras, “no juzgues”, o, “no me juzgues”, en un momento u otro. Incluso aquellos que no van a la iglesia los han aprendido de memoria y los emplean a su favor cuando tratan de “devolver la pelota” a los Cristianos. Este texto, usado por los adeptos a la doctrina de “no me juzgues”, es tan poderoso, que incluso cuando nos vemos obligados a decir palabras de reproche o crítica, el prefacio de nuestros comentario es: “Bueno, sé que no debemos juzgar, pero...”, y cuando nos empeñamos en juzgar las opiniones erróneas y los malos comportamientos de los demás (no sus personas) nos encontramos con el comentario: "¿Quién eres tú para juzgar?"
         Pocos conocen, sin embargo, que comentarios como “¡no me juzgues!”, o “¿quién eres tú para juzgar?”, tienen sus raíces en un sistema ético conocido como relativismo.
         El relativismo no cree en la objetiva, universal y absoluta moralidad, afirmando que no hay estándares de correcto e incorrecto. Según este sistema, la moralidad es subjetiva, cambia de persona a persona, de un lugar a otro, y con el paso del tiempo. Y dado que no existen normas morales, todos tienen que ser dejados a vivir como mejor les parezca. Como estamos educados hoy, en la mentalidad popular, hay que, “vivir y dejar vivir”. Según este sistema debemos estar “abiertos” a otras creencias, a otras convicciones morales y a todos los diferentes estilos de vida, incluidas todas las perversidades imaginables del ser humano. Debido a que el relativismo enseña que no existe la moralidad absoluta se argumenta que no podemos justificadamente hacer juicios morales o evaluar acciones y creencias, como moralmente correcto o incorrecto. Según esta visión, cualquiera que intenta demostrar que hay una manera correcta o incorrecta de hacer las cosas, es considerado dogmático o intolerante. Sin embargo, esta doctrina relativista de “no me juzgues” es inconsistente, contradictoria a sí misma, y completamente anti-bíblica.

1.     Inconsistente y Auto-Refutable
Voy a ilustrar la incoherencia y el absurdo de la filosofía “no me juzgues” por una conversación que tuve con una amiga que llamaré, Lucy (y no por casualidad). Ella se enorgullecía de ser una erudita Adventista, progresista y tolerante, hasta que empezamos a discutir la cuestión de la homosexualidad. Entonces ella me dijo:
"Yo no tengo ningún problema contigo cuando expresas y defiendes tu punto de vista sobre la homosexualidad. Pero es muy malo ser crítico.”
         "¿Qué hay de malo en eso?" pregunté yo.
         "No es justo juzgar a los demás, sólo Dios puede hacer eso", dijo.
         "Si es un error juzgar a las personas Lucy, ¿por qué me estás juzgando? ¿Eres Dios?"
La pregunta la cogió totalmente por sorpresa.
Esto expone la inconsistencia en la filosofía "¡no me juzgues!".
Lucy, por un lado negaba todos los absolutos morales, y, por otro lado, quería  proclamar sus propios absolutos e imponermelos a mí. La declaración, "No es justo juzgar a otras personas", es en sí misma un juicio moral, el mismo tipo de juicio que mi amiga estaba negándome a mí. Mi respuesta la detuvo por un momento. Luego de recobrar la compostura, intentó otro enfoque:
         "Tal vez no me estoy expresando bastante bien", dijo. "Está bien juzgar a las personas, siempre y cuando no les impones tu moralidad."
         "Es esa tu moralidad, Lucy?"
         "Sí".
         "¿Entonces por qué me estás imponiendo tu moralidad?" repliqué.
Una vez más, mi amiga se encontró luchando con la inconsistencia de su doctrina relativista. En un último esfuerzo exasperado, dijo:
"Escucha, no puedo expresarme lo suficientemente bien, pero estoy segura de que sabes lo que quiero decir."
"No, Lucy, no sé lo que quieres decir. No puedes expresarte bien porque tu ética relativista no tiene sentido. Es contradictoria y contraproducente. Has desafiado la legitimidad de mi juicio moral que hice sobre la homosexualidad pero tu intento en sí implica un juicio moral, el mismo juicio moral en contra del cual estás luchando. La verdad es que existen principios morales universales absolutos de bien y de mal mediante cuales podemos hacer juicios. Pero tú eres una relativista por lo que ni siquiera puedes decir que mis juicios están equivocados".

Cito este diálogo para demostrar que la doctrina “¡no me juzgues!” y la filosofía relativista en que se basa, no tienen ningún sentido lógico. Cuando la gente dice, “¡No me juzgues!”, pregúnteles, “¿Por qué no?”. Descubrirás que no pueden darte una razón significativa porque la doctrina es inconsistente y se refuta a sí misma. Y también es anti-bíblica.

2. Una Doctrina Bíblicamente Cuestionable
A pesar de que la declaración de Jesús en Mateo 7:1 es el texto clave para el “evangelio de tolerancia-¡no me juzgues!”, el pasaje no enseña que es un error juzgar las acciones de las personas. En primer lugar, cuando Jesús dijo: "No juzguéis, para que no seáis juzgados", la palabra original que se representa aquí, "juzgar", es, “krino”. Esta palabra se utiliza en diversos sentidos en el Nuevo Testamento. Y puede significar:
a. Sopesar cuidadosamente y formar una opinión como en, "Como a sabios hablo; juzgad vosotros lo que digo(1ª Cor 10:15), y en, "Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse?" (1ª Cor 11:13 - otro tema de debate “intolerante”).
b. Llegar a una conclusión como en; ¿cuál de ellos le amará más?" (conversación entre Cristo y Simón, el curado de lepra) "Rectamente has juzgado." (Lucas 7:43).
c. Considerar o tener en cuenta a alguien de una determinada manera; por ejemplo: Si habéis juzgado que soy fiel al Señor”, (Hechos 16:15), es decir, "Si consideráis, o si tomáis en cuenta que yo soy fiel…"
d. Poner en (llevar al) juicio ante un tribunal como en, Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley.” (Juan 18:31).
e. Condenar; por ejemplo, ¿Acaso juzga nuestra ley a un hombre, sin antes oírle” (Juan 7:51)
f. Despreciar; como en, El que come, no desprecie..., y el que no come, tampoco juzgue (Romanos 14:3)

Los ejemplos anteriores muestran que el significado básico de "krino" es “hacer juicio”, o “juzgar”. El contexto de uso de la palabra, sin embargo, determina su significado exacto y lo correcto o incorrecto de juzgar. Por ejemplo, cuando Jesús dijo en Juan 7:24, "No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio", el contexto nos dice cómo juzgar, es decir, no de acuerdo a la apariencia, sino conforme a la justicia.
También la declaración de Pablo en Romanos 14:3, 4, El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, tampoco juzgue al que come, pues Dios le ha acogido. ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno?”, sugiere que él estaba condenando por una especie de juicio presuntuoso de juzgar, o hacer juicio sobre los motivos de los otros, que son conocidos solo a Dios.
Así que, para determinar qué quiso decir Jesús cuando dijo en Mateo 7:1, "No juzguéis, para que no seáis juzgados", es importante tener en cuenta el contexto en el que se encuentra el pasaje. Por eso, vamos a leer los siguientes 5 versículos de Mateo 7:1-5
1. No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os volverán a medir.
3. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, pero no consideras la viga que está en tu propio ojo?
4. ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí hay una viga en tu propio ojo?
5. ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, entonces verás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano.

         Fin segunda parte

         En la tercera y última parte de este articulo, vamos a ver lo interesante y constructiva que puede ser la Palabra de Dios, cuando la dejamos hablarnos sin interpretar nosotros el mensaje que nos quiere transmitir.
¡No me juzgues! (parte 3) 

1 comentario:

  1. Gracias por la buena explicación que hace sobre las medidas disciplinarias en la Iglesia, Dios lo bendiga.

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