EL EVANGELIO DE TOLERANCIA
vs DISCIPLINA EN LA IGLESIA
Parte 2
La Tolerancia No Es
Indiferencia O Pasividad.
Hay que
distinguir entre la tolerancia genuina y la pasividad o la indiferencia moral,
que es inherente en el “evangelio de tolerancia”. Demasiado de lo que sucede bajo
el nombre de tolerancia, no es el resultado de la evaluación de principios,
sino que es, simple indiferencia moral. Es simplemente, falta de interés en lo
que hacen los demás, en lo que ellos creen y en cómo se comportan: Esta es una
filosofía peligrosa y anti-Bíblica:“¿Qué
me interesa a mí, soy yo guarda de mi hermano?”
Cualquiera
sociedad o grupo que es indiferente a la verdad, está en bancarrota moral,
porque no está dispuesto, o es incapaz de discernir el bien del mal. Cualquiera
iglesia que se inclina a este nivel de indiferencia, inevitablemente invitará
el juicio de Dios sobre sus miembros.
"Dios considera a Su pueblo como un cuerpo, responsable
por los pecados que existen en los individuos que están entre ellos. Si los
dirigentes de la Iglesia descuidan la investigación diligente de los
pecados que traen el desagrado de Dios sobre el cuerpo, llegan a ser responsables
por estos pecados." (3TI 298)
¿Te parece
intolerante esta declaración del Espíritu de Profecía? Esta es la razón por la
cual los Adventistas del Séptimo Día deberían tomar muy en serio la disciplina
eclesiástica.
Desafortunadamente, aquellos que han aceptado el
“evangelio de tolerancia”, no creen ni en la disciplina de la Iglesia, ni en
las razones para ello.
RAZONES PARA DISCIPLINA EN
LA IGLESIA
El Manual de la
Iglesia dice:
"Entre los
pecados graves por las cuales los miembros estarán sujetos a la disciplina de
la Iglesia se encuentran los siguientes:
-
La negación de la fe en los principios fundamentales
del Evangelio y en las doctrinas cardinales de la Iglesia, o la enseñanza de
doctrinas contrarias a ellas.
-
La violación de la Ley de Dios, tal como la adoración
de ídolos, el homicidio, el robo, la profanidad, los juegos de azar, la
transgresión del Sábado, y la falsedad voluntaria y habitual.
-
La violación del séptimo Mandamiento de la Ley de Dios
con respecto a la institución del matrimonio, al hogar Cristiano y a las normas
bíblicas de conducta moral.
-
Abuso sexual contra niños, jóvenes y adultos
vulnerables, la fornicación, la promiscuidad, el incesto, las prácticas
homosexuales, la producción, uso o distribución de pornografía, y otras
perversiones sexuales.
-
El nuevo casamiento de una persona divorciada, excepto
el cónyuge que permaneció fiel a los votos matrimoniales en un divorcio causado
por adulterio o por perversiones sexuales del otro cónyuge.
-
El uso de la violencia física, incluyendo la violencia
familiar.
-
El fraude, o el faltar voluntariamente a la verdad en
los negocios.
-
La conducta desordenada que traiga oprobio a la causa.
-
La adhesión o la participación en un movimiento u
organización divisionista o desleal.
-
La persistente negativa en cuanto a reconocer a las
autoridades de la Iglesia debidamente constituidas, o negarse a
someterse al orden y a la disciplina de la Iglesia.
-
El uso, la elaboración, o la venta de bebidas
alcohólicas.
-
El uso, la manufactura, o la venta de tabaco en
cualquiera de sus formas para consumo humano.
-
El uso indebido, la elaboración, o el tráfico de
narcóticos y otras drogas.
Aunque hoy el
café no está incluido en la lista de “pecados disciplinarios”, la profeta del
Señor lo declara una droga peligrosa. Aquí dejo unas citas del Espíritu de
Profecía respecto a esta bebida adictiva, que es una droga:
“El té, el café y el tabaco son todos
estimulantes, y contienen veneno. No
solamente son innecesarios, sino perjudiciales, y deben ser descartados si
hemos de agregar al conocimiento, la temperancia.” The Review and Herald, 21 de
febrero de 1888.
“No bebáis nunca té, café, cerveza, vino
o cualquier otra bebida alcohólica….
El té, el café, y el tabaco, así como las bebidas
alcohólicas, constituyen diferentes grados en la escala de los estimulantes
artificiales… Es una advertencia de las
más fuertes contra el uso de estimulantes y narcóticos tales como el té, el café, el tabaco, el alcohol y la
morfina. Estas complacencias pueden bien ser clasificadas entre la
concupiscencia que ejerce una influencia perniciosa sobre el carácter moral. (Ellen G. White. Consejos
Sobre el Régimen Alimenticio, 507)
Y por si acaso alguien queda con dudas:
“El beber té y café es un pecado, una complacencia
dañina, que, a semejanza de otros males, perjudica el alma.”(Íd. 511)
Aunque el
Espíritu de Profecía se refiere al café como a una droga, y enfatiza que es un
pecado su consumo al lado del tabaco y el té (verde o negro), los líderes
modernos han puesto bajo un silencio de muerte (!!) este aspecto, seguramente
por motivos de tolerancia. Bueno, ese “silencio de muerte” según mi Biblia,
será la recompensa para los que actúan de este modo. Este paréntesis es un ejemplo de “intolerancia crasa”.
Continuemos con
el Manual de la Iglesia:
"La Iglesia
Adventista del Séptimo Día reconoce la necesidad de ejercer un gran cuidado
para proteger los intereses espirituales más elevados de sus miembros, para
garantizar un trato justo, y para salvaguardar el nombre de la Iglesia.
En caso de
transgresión de los Mandamientos de Dios, donde hay un profundo arrepentimiento
y la confesión plena y libre, dando evidencia de que la auténtica conversión ha
tenido lugar, la Iglesia puede imponer medidas disciplinarias al colocar al
transgresor bajo censura por un período determinado de tiempo.
Sin embargo, en
caso de violación flagrante de la Ley de Dios, que ha traído reproche público a
la causa, a la Iglesia, puede resultar necesario, a pesar de que se ha hecho
una confesión sincera, eliminar a una persona de la membresía de la Iglesia,
para proteger su nombre y sus normas Cristianas. Más tarde, cuando es evidente
que la vida de la persona es consistente con las normas de la Iglesia, el
delincuente puede ser recibido de vuelta al redil, después de bautizarse de
nuevo. La Iglesia no puede permitirse el lujo de tratar a la ligera con
tales pecados, ni permitir que consideraciones personales pueden afectar a
sus acciones. Debe registrar su desaprobación decisiva y contundente a los
pecados de fornicación, el adulterio, a todos los actos de indiscreción moral,
y a otros pecados graves; al mismo tiempo, debe hacer todo lo posible para
restaurar y recuperar a los errantes.
A medida que el mundo crece continuamente más
permisivo en materia moral, la Iglesia no debe bajar los estándares
establecidos por Dios." (Manual de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día, Edición 2000, páginas 184, 185).
Por desgracia,
cada vez que aparece el tema de la disciplina en la Iglesia, los adeptos del “evangelio de tolerancia” presentan su doctrina de “¡no me juzgues!” con toda intolerancia posible. Pero
el “evangelio de tolerancia” es un grave error y la doctrina de "¡no me juzgues!" sobre la cual se basa es igualmente destructiva, como intentaré demostrar más adelante.
Si solo la
mitad de las normas escritas en el Manual de la Iglesia se pondrían en
práctica en todas las comunidades locales, más de la mitad de los actuales líderes y miembros de la Iglesia
deberían ser eliminados de la Iglesia de inmediato. Y... bueno... entonces… mucha gente se quedaría sin
trabajo. Y... quedarte sin trabajo, significa quedarte sin dinero. Así que uno
puede intuir el aspecto económico del “evangelio de tolerancia”, además de contribuir en la estrategia infernal para la destrucción de la Iglesia de Dios.
LA DOCTRINA, "¡No me juzgues!"
La declaración
de Cristo: "No juzguéis, para que no
seáis juzgados", es tal vez el segundo más popular verso en la Biblia,
al lado del mandato de Cristo de, "amarnos
unos a otros." Creo que todos hemos citado personalmente estas palabras,
“no juzgues”, o, “no me juzgues”, en un momento u otro. Incluso aquellos que no
van a la iglesia los han aprendido de memoria y los emplean a su favor
cuando tratan de “devolver la pelota” a los Cristianos. Este texto, usado por
los adeptos a la doctrina de “no me juzgues”, es tan poderoso, que incluso
cuando nos vemos obligados a decir palabras de reproche o crítica, el prefacio
de nuestros comentario es: “Bueno, sé que no debemos juzgar, pero...”, y cuando
nos empeñamos en juzgar las opiniones erróneas y los malos comportamientos de
los demás (no sus personas) nos encontramos con el comentario: "¿Quién eres tú para juzgar?"
Pocos conocen, sin embargo, que comentarios como “¡no me juzgues!”, o “¿quién eres tú
para juzgar?”, tienen sus raíces en un sistema ético conocido como relativismo.
El relativismo no cree en la objetiva,
universal y absoluta moralidad, afirmando que no hay estándares de correcto e
incorrecto. Según este sistema, la moralidad es subjetiva, cambia de persona a
persona, de un lugar a otro, y con el paso del tiempo. Y dado que no existen normas
morales, todos tienen que ser dejados a vivir como mejor les parezca. Como
estamos educados hoy, en la mentalidad popular, hay que, “vivir y dejar vivir”. Según este sistema debemos estar “abiertos”
a otras creencias, a otras convicciones morales y a todos los diferentes
estilos de vida, incluidas todas las perversidades imaginables del ser humano. Debido a que el relativismo enseña que no existe la moralidad
absoluta se argumenta que no podemos justificadamente hacer juicios morales o
evaluar acciones y creencias, como moralmente correcto o incorrecto. Según esta
visión, cualquiera que intenta demostrar que hay una manera correcta o
incorrecta de hacer las cosas, es considerado dogmático o intolerante.
Sin embargo, esta doctrina relativista de “no me juzgues” es inconsistente,
contradictoria a sí misma, y completamente anti-bíblica.
1. Inconsistente y
Auto-Refutable
Voy a ilustrar
la incoherencia y el absurdo de la filosofía “no me juzgues” por una conversación que tuve con una amiga que
llamaré, Lucy (y no por casualidad). Ella se enorgullecía de ser una erudita Adventista, progresista y
tolerante, hasta que empezamos a discutir la cuestión de la homosexualidad. Entonces
ella me dijo:
"Yo no tengo ningún problema contigo cuando
expresas y defiendes tu punto de vista sobre la homosexualidad. Pero es muy
malo ser crítico.”
"¿Qué hay de malo en
eso?" pregunté yo.
"No es justo juzgar a
los demás, sólo Dios puede hacer eso", dijo.
"Si es un error juzgar a
las personas Lucy, ¿por qué me estás juzgando? ¿Eres Dios?"
La pregunta la
cogió totalmente por sorpresa.
Esto expone la inconsistencia en la filosofía "¡no me juzgues!".
Lucy, por un
lado negaba todos los absolutos morales, y, por otro lado, quería proclamar sus propios absolutos e imponermelos
a mí. La declaración, "No es justo
juzgar a otras personas", es en sí misma un juicio moral, el mismo tipo
de juicio que mi amiga estaba negándome a mí. Mi respuesta la detuvo por un
momento. Luego de recobrar la compostura, intentó otro enfoque:
"Tal vez no me estoy expresando
bastante bien", dijo. "Está
bien juzgar a las personas, siempre y cuando no les impones tu
moralidad."
"Es esa tu moralidad, Lucy?"
"Sí".
"¿Entonces por qué me estás imponiendo tu
moralidad?" repliqué.
Una vez más, mi
amiga se encontró luchando con la inconsistencia de su doctrina relativista. En
un último esfuerzo exasperado, dijo:
"Escucha, no puedo expresarme lo suficientemente
bien, pero estoy segura de que sabes lo que quiero decir."
"No, Lucy, no sé lo que quieres decir. No puedes
expresarte bien porque tu ética relativista no tiene sentido. Es contradictoria
y contraproducente. Has desafiado la legitimidad de mi juicio moral que hice
sobre la homosexualidad pero tu intento en sí implica un juicio moral, el
mismo juicio moral en contra del cual estás luchando. La verdad es que existen
principios morales universales absolutos de bien y de mal mediante cuales
podemos hacer juicios. Pero tú eres una relativista por lo que ni siquiera
puedes decir que mis juicios están equivocados".
Cito este
diálogo para demostrar que la doctrina “¡no
me juzgues!” y la filosofía relativista en que se basa, no tienen ningún
sentido lógico. Cuando la gente dice, “¡No
me juzgues!”, pregúnteles, “¿Por qué
no?”. Descubrirás que no pueden darte una razón significativa porque la
doctrina es inconsistente y se refuta a sí misma. Y también es anti-bíblica.
2. Una Doctrina Bíblicamente Cuestionable
A pesar de que la
declaración de Jesús en Mateo 7:1 es el texto clave para el “evangelio de
tolerancia-¡no me juzgues!”, el pasaje no enseña que es un error juzgar las
acciones de las personas. En primer lugar, cuando Jesús dijo: "No juzguéis, para que no seáis
juzgados", la palabra original que se representa aquí, "juzgar", es, “krino”. Esta palabra se utiliza en
diversos sentidos en el Nuevo Testamento. Y puede significar:
a. Sopesar
cuidadosamente y formar una opinión como en, "Como a sabios
hablo; juzgad vosotros lo que digo” (1ª Cor 10:15), y en, "Juzgad
vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse?" (1ª Cor 11:13 - otro tema de
debate “intolerante”).
b. Llegar a una
conclusión como en; “¿cuál de ellos
le amará más?" (conversación entre Cristo y Simón, el curado de lepra) "Rectamente has juzgado." (Lucas 7:43).
c. Considerar o tener
en cuenta a alguien de una determinada manera; por ejemplo: “Si
habéis juzgado que soy fiel al Señor”, (Hechos 16:15), es decir, "Si consideráis, o si tomáis en cuenta que
yo soy fiel…"
d. Poner en
(llevar al) juicio ante un tribunal como en, “Tomadle
vosotros, y juzgadle según vuestra ley.” (Juan 18:31).
e. Condenar; por
ejemplo, “¿Acaso
juzga nuestra ley a un hombre, sin antes oírle” (Juan 7:51)
f. Despreciar; como
en, “El
que come, no desprecie..., y el que no
come, tampoco juzgue” (Romanos
14:3)
Los ejemplos
anteriores muestran que el significado básico de "krino" es “hacer juicio”, o “juzgar”. El contexto de uso de
la palabra, sin embargo, determina su significado exacto y lo correcto o
incorrecto de juzgar. Por ejemplo, cuando Jesús dijo en Juan 7:24, "No juzguéis según las apariencias,
sino juzgad con justo juicio", el contexto nos dice cómo juzgar, es decir, no
de acuerdo a la apariencia, sino conforme a la justicia.
También la
declaración de Pablo en Romanos 14:3, 4, “El que come, no desprecie al que no come; y
el que no come, tampoco juzgue al que come, pues Dios le ha acogido. ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno?”, sugiere que él estaba condenando por una especie de juicio presuntuoso de juzgar,
o hacer juicio sobre los motivos de los otros, que son conocidos solo a
Dios.
Así que, para
determinar qué quiso decir Jesús cuando dijo en Mateo 7:1, "No juzguéis, para que no seáis juzgados", es importante
tener en cuenta el contexto en
el que se encuentra el pasaje. Por eso, vamos a leer los siguientes 5
versículos de Mateo 7:1-5
1. No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis
juzgados, y con la medida con que medís, os volverán a medir.
3. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu
hermano, pero no consideras la viga que está en tu propio ojo?
4. ¿O
cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí hay una viga en tu propio ojo?
5. ¡Hipócrita!
saca primero la viga de tu propio ojo, entonces verás claramente para sacar la
paja del ojo de tu hermano.
Fin segunda parte
En la tercera y última parte de este articulo,
vamos a ver lo interesante y constructiva que puede ser la Palabra de Dios,
cuando la dejamos hablarnos sin interpretar nosotros el mensaje que nos quiere
transmitir.
¡No me juzgues! (parte 3)
¡No me juzgues! (parte 3)
Gracias por la buena explicación que hace sobre las medidas disciplinarias en la Iglesia, Dios lo bendiga.
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