martes, 24 de marzo de 2015

lunes, 23 de marzo de 2015

Lo que pudo haber sido... ¡podría ser!

Si no conocemos el pasado, no podemos comprender el presente, ni podemos prepararnos para el futuro.
Después del Congreso de la Asociación General de 1901, Ellen White tuvo una visión en la que vio a los líderes de la Iglesia reconciliando sus diferencias y confesando sus pecados que habían cometido unos contra otros. Cuando se terminó la visión, la señora White se dio cuenta de que lo que había presenciado no era una realidad. El orgullo y los corazones endurecidos de los delegados, impidieron al pueblo de Dios unirse. Profundamente afligida, ella comprendió que el Señor podría haber llegado mientras ellos vivían, pero el pueblo de Dios no entregó sus pensamientos y opiniones a la dirección del Espíritu Santo.
Este vídeo es la recreación de aquella visión.




jueves, 12 de marzo de 2015

¿LA TERCERA OPCIÓN? - parte 5

Tu posición... puede peligrar... tu salvación



              La Tercera Opción afirma: -#7
              “La recomendación, construida sobre “una distinción entre Mandamientos o verdades eternas, e ideales eclesiológicas”, puede preservar la unidad de la Iglesia.”

     Esta es sólo una de las múltiples declaraciones que destacan la unidad de la iglesia como la principal preocupación de la tercera opción: "Esta distinción entre mandatos o verdades eternas, e ideales eclesiológicas, puede proporcionar, a nuestro juicio, una idea clave que puede ayudar a la Iglesia a avanzar en unidad, si no en la uniformidad, sobre esta cuestión." La “tercera opción” parece ser un intento, en aras de la unidad, al proporcionar un compromiso aceptable entre dos posiciones opuestas. Ellos afirman: "Creemos que las preocupaciones centrales dentro de las distintas posiciones en el debate sobre la ordenación, pueden ser afirmados sin sacrificar principios, y seguir todavía manteniendo la unidad del cuerpo de Cristo."
     Aunque la tercera opción expresa su interés por la fidelidad a la Biblia, uno no puede pasar por alto el hecho de que su objeto principal es el de preservar la unidad de la Iglesia. Esto, sin embargo, es un fallo fundamental. Cuando la unidad es nuestra principal preocupación, la fidelidad bíblica siempre sufre. La tercera opción parece sugerir que el problema actual no es lo suficientemente importante como para desafiar las consecuencias percibidas al elegir seguir la voluntad "preferida" de Dios. Pero así como animamos a los nuevos creyentes a obedecer el Sábado o devolver un diezmo íntegro, sin importar las temidas consecuencias, siguiendo el ejemplo de los tres jóvenes hebreos (Daniel 3), del mismo modo nosotros también debemos ejercer la fe en Dios y obedecer la Biblia. Nuestra única esperanza para una verdadera unidad en la Iglesia reside primero en descubrir el significado correcto de la Escritura y luego seguirla, confiando las consecuencias a Dios.
     Otro error fundamental de la tercera opción, es su intento de preservar o mantener la unidad, donde no existe unidad. El hecho de que todos operamos dentro de la misma organización eclesiástica no nos hace ser unidos. No es la unidad la que nos condujo a realizar este estudio exhaustivo tan caro sobre el tema de la ordenación de mujeres. El propósito de este estudio fue de resolver bíblicamente lo que ha sido para la Iglesia una innegable fuente de desunión. Con este objetivo en la mente, la tercera opción nos deja peor que cuando empezamos. En lugar de recomendar una decisión basada en la autoridad de la Escritura, la tercera opción intenta eliminar la desunión, concluyendo que no estamos obligados a seguir lo que nos enseñan las Escrituras sobre este tema en particular.
     Adoptar la recomendación de la tercera opción, establecería un precedente peligroso. En vez de preservar la unidad, sería en efecto, institucionalizar la desunión y debilitar seriamente la confianza de nuestro pueblo en la Biblia. Además, sería una amenaza para nuestra identidad como una verdadera organización eclesiástica mundial, porque nos movería hacia un sistema más congregacional de gobierno eclesiástico, en el que cada División, Unión, Conferencia e iglesia local, es libre de hacer lo que parece correcto en sus propios ojos.[1]
     Ya existen Uniones Adventistas del Séptimo Día que han ordenado mujeres como pastores, en oposición directa a la política votada de la Iglesia mundial. ¿Tienen esas Uniones una circunstancia especial o extrema que requería la ordenación de mujeres? La tercera opción no menciona ninguna, y sin embargo, esas Uniones, estuvieron dispuestas a forzar toda una región de la Iglesia, a una práctica que está en clara oposición a las decisiones de la Iglesia a nivel mundial, tomadas en las sesiones de la Conferencia General. ¿Cómo hacer que los que han fomentado la desunión, preserven la unidad? La tercera opción no responde a esta pregunta. Sólo podemos suponer que sus defensores, temen las consecuencias que ellos se imaginan que resultarían por exigir a esas Uniones que sigan la voluntad "preferida" de Dios. El problema con adoptar esta decisión, sin embargo, es que, las consecuencias de no seguir la Biblia serían aún peores.
     La historia que nos fue dada en la Escritura es "escrita para nuestra admonición, sobre quienes ha llegado el fin del mundo" (1ªCorintios 10:11). La ignoramos a nuestro propio riesgo. Si permitimos el desvío del modelo bíblico en este caso, entonces, ¿qué cuestión de fe o qué práctica, será la siguiente que nos vamos a sentir obligados a conceder?
     Mientras pronostica la desunión, si optamos por seguir la voluntad de Dios, la tercera opción no pronostica el impacto terrible de su propia recomendación. Dado que enseña que el modelo y la preferencia de Dios, es tener varones como ancianos y pastores, los miembros de Iglesia dedicados, pueden legítimamente preguntarse: "Si creemos que la Biblia enseña que el anciano/pastor debe ser un varón, entonces ¿por qué ordenamos mujeres?" Los pastores y los líderes de la Iglesia se enfrentarán a la tarea imposible de explicar, que con ciertas instrucciones bíblicas, si la mayoría debidamente autorizada siente de otra manera, no tenemos que seguir la Biblia. Entonces, en nuestro alcance evangelístico, las apelaciones para seguir la Biblia en lugar de los preceptos de los hombres, se harían huecas mientras tratamos de explicar, por qué, en algunos casos, nosotros como Iglesia hemos elegido un camino diferente a voluntad preferida de Dios.
     En última instancia, el poder persuasivo de nuestro mensaje y la misión de la Iglesia serían sacrificados, todo en aras de proteger una unidad imaginaria. Para colmo de males, la tercera opción sugiere que aquellos que continuarían expresar disensión abierta a esta desviación de la Biblia, se arriesgarían a "oponerse a Dios"; una sugerencia que aparece colocar la autoridad de la Iglesia por encima de la autoridad de la Escritura. Al final, la aceptación de la recomendación de la tercera opción, fortalecerá aún más, precisamente lo que ellos esperaban evitar. No la unidad, sino la desunión, sería el resultado seguro.
     
    Conclusión 
    Tenemos un gran respeto y aprecio por aquellos que se han esforzado por ofrecer una tercera opción en el actual debate sobre la ordenación de mujeres. Sin embargo, aparte de matices menores, su propuesta no presenta una visión única sobre los pasajes bíblicos relacionados con la ordenación de las mujeres. En su lugar, se trata de proporcionar una justificación bíblica para la flexibilidad en esta y otras "ideales organizativos no morales" como una forma de lidiar con nuestras diferencias. El argumento de que este enfoque es bíblico, sin embargo, no es convincente por las siguientes razones: (1) la tercera opción se basa en inferencias extraídas de ejemplos descriptivos en lugar de la instrucción prescrita; (2) buscan excepciones aisladas permitidas por Dios en la antigüedad y en circunstancias extremas para justificar la asignación a gran escala de una práctica no bíblica en Su Iglesia de los últimos días, para cualquier circunstancia; (3) confunden lo que Dios permite en Su misericordia, con lo que Él respalda con Su bendición; (4) llegan a conclusiones injustificadas tomadas de relatos bíblicos y luego las aplican al actual asunto de ordenación de mujeres; (5) no se refieren a los ejemplos bíblicos clave que contradirían sus conclusiones; (6) no logran ver los desastrosos resultados de la aplicación de su lógica en todos los casos; (7) sitúan los concilios de la Iglesia en una posición de autoridad sobre la Palabra de Dios; y (8) se atreven a considerar la instrucción bíblica como flexible, cuando la inspiración nos ha dado ninguna tal indicación.
     Al leer el resumen de la posición de la tercera opción, uno fácilmente puede verse influenciado por las continuas referencias a algunas enseñanzas bíblicas, como siendo organizativas o eclesiásticas. Esas palabras tienen el efecto de disminuir la importancia de la instrucción, dándole una mera calidad humana y haciendo más fácil de verlas como flexibles. Debemos recordar, sin embargo, que el criterio del sexo [genero] con respecto al oficio de anciano/pastor es algo más que una directriz organizativa o norma eclesiástica; es un requerimiento bíblico. Aquí no tratamos con el Manual de la Iglesia o con políticas de trabajo, sino con la Biblia. Simplemente no tenemos la autoridad para adaptar o hacer caso omiso de las instrucciones inspiradas.
     Al etiquetar su propuesta como posición "moderada", los defensores de la tercera opción lamentablemente quieren decir que recomendar a la Iglesia mundial obedecer la voluntad preferida de Dios sería una posición extrema. La verdad, sin embargo, es que vamos a hacer a la Iglesia una gran injusticia si no seguimos la instrucción bíblica con respecto a quién es calificado para ser ordenado en la función vital de anciano/pastor. No sólo es contradictorio, pero potencialmente fatal para nuestra misión, decir que aunque la Biblia enseña una cosa, la Iglesia tiene la autoridad para establecer diferentes prácticas en las zonas donde así lo decida la mayoría. Debemos recordar que la decisión del Consejo de Jerusalén, que se aplicó a todas las iglesias, no se resolvió simplemente por la discusión en grupo, el razonamiento cuidadoso, o los testimonios inspiradores. Todos éstos fueron importantes, pero ninguna solución del debate podría aceptarse hasta que se demostró que "las palabras de los profetas están de acuerdo, conforme a lo que está escrito" (Hechos 15:15).
     Del mismo modo, la cuestión de si se debe o no ordenar mujeres, no puede ser resuelta con razón solamente por los consejos eclesiásticos, por mucho cuidado que esos tendrán. La "preferencia" de Dios, y no del hombre, debe prevalecer. "Dios tendrá en la tierra un pueblo que sostendrá la Biblia y solamente la Biblia, como estándar para todas las doctrinas y como base para todas las reformas. Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones de la ciencia, ni los credos o decisiones de concilios tan numerosos y discordantes como lo son las iglesias que representan, ni la voz de la mayoría, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto, debemos cerciorarnos de si los autoriza un categórico, “Así dice Jehová”."[2]
     Mientras que la tercera opción difiere mucho de la visión pro-ordenación en muchos aspectos, hay una similitud clave que debería hacer reflexionar a todos los creyentes en la Biblia Adventistas del Séptimo Día. Para concluir que la iglesia puede ordenar mujeres como ministros, ambos grupos han tenido que introducir métodos de interpretación de las Escrituras (hermenéutica) que son nuevos para la Iglesia Adventista. La opinión pro-ordenación, a fin de explicar su conclusión, se vio obligada a introducir en el
Informe del Comité de Estudio de la Teología de la Ordenación de la División Norteamericana una nueva hermenéutica llamada, “Base de Principios Históricos-Culturales”. Ahora, la tercera opción ha introducido un nuevo método de interpretación en el que, categorías enteras de instrucción bíblica, son consideradas flexibles, ya sea indicado como tal por la inspiración o no. Ambos estos nuevos métodos, fueron necesarios para evitar la conclusión obtenida por la simple lectura de los pasajes bíblicos aplicables que el oficio de anciano/pastor está reservado únicamente para los hombres [para los varones].
     Por lo tanto, si aceptamos la opinión de cualquiera de esos dos grupos, también debemos estar dispuestos a aceptar que: (1) estamos adoptando un enfoque de interpretación y aplicación de las Escrituras, ajeno a la Iglesia Adventista; y (2), al hacerlo, estamos abriendo una puerta a aberrantes interpretaciones de la Biblia, que será casi imposible cerrar.
     Tenemos una gran simpatía por el deseo de la tercera opción de mantener unida una iglesia que actualmente está dividida por el tema de la ordenación de mujeres. Sin embargo, su noble intención, nunca se hará realidad mediante el plan que recomienda. Aunque su objetivo es preservar la unidad, eso premia e institucionaliza la desunión. Si bien afirma que deja nuestras hermenéuticas sin compromiso, la tercera opción introduce un método ajeno de adaptar la enseñanza bíblica que sería desastroso para nuestra misión e incluso por nuestra credibilidad como una Iglesia basada en la Biblia. Mientras busca proteger la distinción de género, la tercera opción en realidad, la anula llamando el lenguaje específico para anciano, "sólo uno entre una serie de requisitos". Mientras que pretende evitar que la misión de la iglesia sea dificultada, la tercera opción dificulta la misión misma, dando a entender a los laicos no ordenados, que para avanzar en la obra es necesaria la ordenación. Y en un esfuerzo para proteger la libertad religiosa, termina marginando a aquellos cuyas conciencias están sometidas a la clara enseñanza de la Escritura.
     Si bien circunstancias excepcionales favorecieron la participación de algunas mujeres en grandes roles de liderazgo espiritual, no vemos seguridad en abrir las puertas a la ordenación de mujeres, en contradicción directa con los requisitos bíblicos.
     “Nadie se engañe a sí mismo con la creencia de que una parte de los Mandamientos de Dios no es esencial, o que Él aceptará un substituto en reemplazo de lo que Él ha ordenado. … Dios no ha puesto en Su Palabra ningún mandamiento que los hombres puedan obedecer o desobedecer a su voluntad sin sufrir las consecuencias.”[3]
     La Iglesia ha experimentado en los últimos decenios una polarización creciente en muchas áreas de la fe y la práctica. El tema que nos ocupa no es el único en el que nos enfrentaremos a opiniones conflictivas. No debemos establecer un precedente, en dejar áreas complicadas de la Escritura a la decisión de cada División, Unión, Conferencia o iglesia local. Somos una Iglesia mundial, y debemos permanecer unidos en la verdad bíblica, sin importar cuán fuerte sea la presión de hacer otra cosa.
     En lugar de confinar nuestro interés para el ministerio de las mujeres a la cuestión de la ordenación, la Iglesia debería abrir para las mujeres, una gama más amplia de oportunidades ministeriales. Debe proporcionar opciones educativas mejoradas para preparar mujeres piadosas para servir en aquellas áreas donde ellas pueden hacer una obra mayor que la de los hombres.
     “El Señor hará brillar la luz de Su rostro sobre esas mujeres animadas por el espíritu de sacrificio personal, y les dará un poder superior al de los hombres. Ellas pueden realizar en las familias, una obra que los hombres no pueden hacer, una obra que penetra hasta la vida íntima. Ellas pueden acercarse a los corazones de personas a las cuales los hombres no pueden alcanzar. Su cooperación es necesaria.”[4]
     Como Iglesia, también deberíamos hacer esfuerzos mucho mayores para afirmar, apoyar, y asistir la labor de las madres Cristianas. Y en cuanto a las mujeres que trabajan en el ministerio, ellas deben ser compensadas en armonía con la vital importancia de su trabajo y el tiempo que dedican a ello. Estas valiosas iniciativas deben iniciarse sin demora. Sin embargo, dejar espacio para actuar en contra de la Palabra de Dios, sólo traerá daño a la causa de la verdad y a la Iglesia que amamos. Que Dios nos ayude a permanecer fieles a Su Palabra, reafirmando y mejorando aún más el papel de las mujeres en el ministerio.  





[1] “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.” (Jueces 17:6; 21:25)
[2] EGW, CS, 581
[3] EGW, PP, 375
[4] EGW, 9TI, 104