"La verdad para este tiempo, el mensaje del tercer ángel, será proclamado con un fuerte clamor, mientras nos acercamos a la prueba final. Esta prueba tiene que venir a la Iglesia en conexión con la verdadera obra misionera médica, una obra que tiene al Gran Médico para dictar y presidir en todo lo que ella abarca." (Loma Linda Messages (1981), p. 336)
lunes, 3 de agosto de 2015
¿Qué Significa Ser Miembro de la Iglesia?
“Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a Sí Mismo por ella para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra, para presentársela gloriosa para Sí, una Iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha.” (Efe 5:26)
Esa, como dice la Palabra, es la Iglesia que Cristo presentará para Sí Mismo cuando vendrá por segunda vez. Él amó esa Iglesia, la Iglesia, y se entregó a Sí Mismo por ella; y todo aquel que es parte de esa Iglesia cuando ella será la Iglesia gloriosa, que no tendrá mancha ni arruga, ni cosa semejante, debe amar a la Iglesia, y darse a Sí Mismo por ella.
Esa es la Iglesia a quien Dios dará Su último mensaje, para este mundo, "en esta generación". Pero Él no puede tener esa Iglesia a través de la cual pueda dar ese mensaje final, hasta que encontrará un pueblo que ame a la Iglesia y que se den a sí mismos por ella.
Eso está más claro que el agua; ¿acaso no está escrito, "Que esta mente esté en vosotros, la que hubo también en Cristo Jesús"? Y cuando esa mente que hubo en Él, lo llevó a amar la Iglesia, y a darse a Sí Mismo por ella, ¿qué hará esa mente en cualquier otra persona? No creo que se necesitan explicaciones a eso, ¿no?
La Iglesia es el cuerpo de Cristo en el mundo. Es Cristo manifestado en el mundo; es Cristo Mismo encarnado en el mundo. Y esa Iglesia, siendo Su cuerpo, siendo Él Mismo manifestado, amar a esa iglesia y darme a mí mismo por ella, no es otra cosa, y no puede ser otra cosa, que amar a Cristo y entregarme a mí mismo por Él.
Entonces, la membresía en esa Iglesia, no significa pertenecer a la Iglesia con el fin de pertenecer a Cristo, sino pertenecer a Cristo, a fin de pertenecer a la Iglesia. Y la diferencia entre estas dos cosas, es la diferencia entre el Cristianismo y el misterio de la iniquidad. La diferencia entre estas dos cosas es la diferencia entre el misterio de Dios y el misterio de la iniquidad. El misterio de la iniquidad exalta la forma, el nombre, la idea de iglesia, y luego llama, y arrastra, y obliga a todo el mundo a unirse a esa iglesia, con el fin de que pueda cumplir el objetivo del misterio de la iniquidad, -no para la salvación, porque la salvación no está en ella, ni de justicia, porque la justicia no está en ella. La gente en este caso, es la misma que antes, aunque llevan un nombre diferente. Se ajustan a las diferentes formas de las cosas como antes; pero en el carácter, en la vida, en todo lo que alguna vez fueron, ellos son los mismos que eran, antes de ser miembros de alguna iglesia.
Pero la Iglesia, la Iglesia de Cristo, es Él Mismo, manifestado. Por lo tanto, para pertenecer a esa Iglesia, debemos pertenecer primero a Él. Y la membresía en esa Iglesia, depende enteramente de nuestra pertenencia a Él. Y estar en esa Iglesia depende enteramente de que estemos en Él. Luego, cuando entramos en la Iglesia, al entrar en Él, y estamos en la Iglesia, estando en Él, eso hace un pueblo nuevo. Eso cambia el individuo en otro hombre. Eso lo hace un Cristiano, como Cristo, Cristo manifestado.
Luego necesitamos considerarnos cada día, cada uno a sí mismo, y preguntarnos: “¿Soy yo miembro de la Iglesia porque estoy inscrito en los libros de la Iglesia? Soy yo miembro de la Iglesia porque me he unido a la Iglesia y eso es donde pertenezco?" No, sino, "¿Soy yo miembro de la Iglesia porque mi nombre está inscrito en el libro de la vida? Soy yo miembro de la Iglesia porque me he entregado a Cristo, y le pertenezco a Él, y vivo, me muevo, y tengo mi ser en Él?” Porque solamente personas como estas son los únicos verdaderos miembros de la Iglesia que hay en esta tierra. No importa desde cuándo tenemos nuestros nombres inscritos en el registro de la Iglesia, ni cuánto tiempo hemos sido miembros de la Iglesia, uniéndonos a lo que es una idea de iglesia en la forma, una colección de individuos. No importa lo mucho que hacemos esto, ni por cuánto tiempo se puede hacer; de este modo, nunca vamos a ser verdaderos miembros de la Iglesia.
Y a pesar de que la oportunidad o las circunstancias deberían evitar que tu nombre esté en cualquier libro de la tierra, o en cualquier colección de individuos sobre la tierra, sin embargo, si tú estás unido a Cristo, y vives en Él, tú eres miembro de la Iglesia , aunque seas el único alma en la tierra. Esa es la única verdadera membresía a la Iglesia de Cristo, y ésa es la única manera de ser miembro de la Iglesia de Cristo.
Cristo amó a la Iglesia, y se dio a Sí Mismo por ella, para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la Palabra, para presentársela gloriosa para Sí, una Iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha. Por eso, ese mismo pensamiento debe estar en cada uno de nosotros, para que podamos llamarnos Cristianos y miembros de la Iglesia de Cristo. La única cosa que debemos hacer es amar a la Iglesia y darnos a nosotros mismos por ella, para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la Palabra, la Biblia, para presentarla a Cristo, una Iglesia gloriosa, que no tenga mancha ni arruga, ni cosa semejante.
Cristo amó a la Iglesia, y se dio a Sí Mismo por ella. Estamos familiarizados con la idea de que, “Cristo me amó y se dio a Sí Mismo por mí”. Y la Biblia nos dice que haciendo eso, amándome y dándose a Sí Mismo por mí, Jesús me amó y se me dio a Sí Mismo.
Es lo mismo con la Iglesia. Él amó a la Iglesia, y se dio a Sí Mismo por la Iglesia; y en amar a la Iglesia, y dándose a Sí Mismo para la Iglesia, Él amó a la Iglesia, y se dio a Sí Mismo a la Iglesia. Luego, cuando yo, de Él, con Su mente, y por Él, amó a la Iglesia, y me doy a mí mismo por ella, yo amo a la Iglesia, y me entrego a mí mismo a ella, y entonces literalmente, pertenezco a la Iglesia.
Unas palabras sobre esto: es una expresión común eso de, “tal y tal persona pertenecen a la Iglesia”, o, “Yo pertenezco a la Iglesia”. Pero la pregunta que debemos ponernos hoy día es, “¿Pertenezco yo a la Iglesia, o pertenezco al mundo? ¿Me pertenezco yo a mí mismo, o al mundo, o estoy en posesión, en propiedad y en poder de la Iglesia, y por eso literalmente pertenezco a la Iglesia? ¿Me he entregado de verdad a mí mismo a la Iglesia? ¿A Cristo?
Esa es la clase de Iglesia que Cristo dejó cuando se fue, o al menos, que existió unos pocos días después de Su ascensión, cuando Él derramó el Espíritu Santo sobre ella. Esa es la clase de Iglesia, en otras palabras, que Él envió al mundo, para comenzar su gran obra sobre la tierra. Y esa Iglesia, esa clase, pocos en número, alcanzó el mundo con el mensaje de Cristo en esa generación, que estaba medio pasada cuando comenzaron. No es una cuestión de número, ni del tamaño del mundo, ni nada por el estilo, lo que debemos considerar hoy al dar este mensaje al mundo. La única cosa que debemos considerar hoy es: ¿Pertenecen todos los Adventistas Del Séptimo Día a la Iglesia? Una vez resuelta esa cuestión con los 18 millones de Adventistas Del Séptimo Día que hay actualmente -que estos 18 millones, cada uno, de forma individual, para sí mismo, pertenece a la Iglesia-, el problema más fácil que jamás podría ocurrir en la tierra, sería proclamar Los Mensajes de Los Tres Ángeles en esta generación.
Hubo ciento veinte Cristianos con quienes empezar, en aquel día de Pentecostés. Hoy en el mundo viven 18 millones de Adventistas Del Séptimo Día. El mundo no es mucho más grande hoy, de como lo fue cuando los apóstoles comenzaron a partir de Pentecostés, ya que el número de Adventistas Del Séptimo Día es más grande hoy que el número de los apóstoles en aquellos días. Entonces, así como esa pequeña empresa pudo predicar el Evangelio al mundo, de modo que las Escrituras pudieron llegar “a toda criatura bajo el cielo”, en aquella generación que estaba medio pasada, porque ellos pertenecían a la Iglesia, también en la actualidad sería perfectamente fácil para este gran número de discípulos, alcanzar al mundo en lo que queda de esta generación, si solamente todos pertenecerían a la Iglesia.
Hay abundantes medios hoy. Los Adventistas Del Séptimo Día tienen gran cantidad dinero, pero no todo pertenece a la Iglesia. Este es el problema. Hay suficiente dinero entre los Adventistas Del Séptimo Día de hoy, para dar un impulso a este Mensaje, que alcanzaría al mundo en el resto de esta generación, si solamente ese dinero pertenecería a la Iglesia. Hay suficientes instalaciones, hay suficiente talento, hay suficiente habilidad, y hay todo lo que sea necesario y todos los suministros que jamás serían necesarios, si solamente esas instalaciones, ese talento, esas facultades y suministros, pertenecerían a la Iglesia.
Y es una pregunta que vale la pena preguntar, "¿Si mi dinero pertenece al mundo, yo pertenezco a la Iglesia?" Si mis talentos, mis habilidades son puestas en la obra del mundo, para el mundo, y no en la obra de la Iglesia, para la Iglesia, entonces vale la pena considerar la pregunta, "¿Pertenezco yo a la Iglesia o a mí mismo?"
Eso conduce nuestra atención a las preguntas, "¿Cuánto tardaré en corregir mi compostura?" "¿Cuánto hay en mí humano y cuánto divino?" "¿Puede haber un hombre aquí, y sus facultades allá, sus habilidades en otro lugar, y los frutos de sus facultades, los frutos de sus habilidades, los resultados de su vida y esfuerzo, en otro lugar?" "¿Podría ser eso, y el hombre estar aquí, -el hombre completo?"- No, señor. Todas mis facultades, todo el fruto de mi vida, deben estar donde estoy yo, si yo mismo estoy allí. No podemos escapar de eso, ni evitar reconocer eso.
Entonces, ¿pertenezco yo a la Iglesia? ¿De verdad le pertenezco? Esa es la pregunta. ¿Pertenecen esos 18 millones de Adventistas Del Séptimo Día a la Iglesia? ¿Le pertenecemos? Esa es la pregunta.
Para ilustrar: Supongamos que tengo mi nombre inscrito en el libro de la Iglesia, perteneciendo a la Iglesia. Soy un maestro de escuela y me paso todo el tiempo, todo mi esfuerzo, toda mi capacidad, y todas mis facultades, como maestro de escuela, en una escuela del mundo, enseñando en una escuela del mundo, en la forma en que el mundo enseña, en la educación del mundo; vale la pena preguntarse, ¿Pertenezco yo a la Iglesia? ¿Estoy yo amando la Iglesia y dándome a mí mismo por ella? Si cualquier cosa que yo pueda profesar, mis facultades, mi vida, todo lo que yo estoy, si todas las capacidades que Dios me ha dado, las estoy dando para el mundo, para la obra del mundo, y para los fines del mundo, si eso es así, entonces, ¿estoy yo amando la Iglesia y dándome a mí mismo por ella? ¿Pertenezco yo a la Iglesia?
Supongamos que soy un médico y doy todas mis capacidades, mi talento, mis facultades, mi vida, y mi esfuerzo, a la manera del mundo, de lo que el mundo llama la medicina, la forma en que el mundo trata la enfermedad. Yo estoy registrado como miembro de la Iglesia, como perteneciente a la Iglesia, y debo ser santificado y purificado en el lavamiento del agua por la Palabra de Dios, y en esa Palabra de Dios se le da a la Iglesia lo divino, el verdadero sistema de tratamiento médico, la verdadera filosofía y tratamientos en relación con la salud, la enfermedad, el estilo de vida correcto, y todas estas cosas. Yo pertenezco a la Iglesia, para ser santificado y purificado en el lavamiento del agua por la Palabra de Dios. Pero en vez de hacer lo que la Palabra me dice hacer, en vez de dedicarme a lo que me he comprometido como pertenecientes a la Iglesia, yo hago lo que dice el mundo, y me dedico al mundo, a lo que es del mundo, pero yo declaro que pertenezco a la Iglesia. ¿Seguro le pertenezco?
Yo pertenezco a la Iglesia con el propósito de ser santificado y purificado en el lavamiento del agua por la Palabra de Dios, a la Iglesia. Eso dice esa Palabra, y esa Palabra en sí, es un sistema de educación. Esa es la verdad y esa es la única verdadera educación. Yo digo que pertenezco a la Iglesia, pero estoy satisfecho con la educación del mundo, con el sistema de educación del mundo, con la filosofía del mundo sobre la educación, y dedico mi vida a eso. Quiero saber entonces, ¿Realmente pertenezco yo a la Iglesia? Es exactamente así también con los maestros, con los médicos, o con cualquiera otra profesión.
O digamos que soy un hombre de negocios en el mundo, de cualquier negocio, agricultura, o trabajo de carpintero, constructor, etc.; me refiero al mundo del negocio comercial, cotidiano. Yo estoy como perteneciente a la Iglesia, soy miembro de la Iglesia registrado, y en los esfuerzos que puse en el pensamiento, mi esfuerzo, con la bendición de Dios sobre todo mi trabajo, mis ingresos aumentan. Y lo pongo todo en un banco del mundo. Yo no soy un especulador; yo pertenezco a la Iglesia. Pero aquí tengo todos los medios que Dios me ha dado como miembro de la Iglesia, y los puse en un banco del mundo. Los he prestado a los hombres del mundo, para ser utilizado en los negocios del mundo, en lugar de en el obra de la Iglesia, a la que pertenezco. Entonces es una buena pregunta para mí preguntarme, ¿Pertenezco yo a la Iglesia?
Estas referencias son suficientes para ilustrar. Creo que no hay nadie aquí, que no puede mirar por todo el mundo y ver miles y miles de Adventistas Del Séptimo Día que tienen una posición de aparente pertenencia a la Iglesia, y dejar una pregunta abierta, que cada uno se ponga: ¿Pertenezco yo a la Iglesia? Y cada uno aquí presente puede comprender que si todos los Adventistas Del Séptimo Día del mundo, desde este día en adelante, realmente pertenecerían a la Iglesia, no habrá ninguna duda que el Mensaje de Salvación podría darse al mundo en esta generación. Sabemos que esto es así. Entonces, hermanos, el problema no es difícil. Es solamente resolver esta pregunta, cada uno, por sí mismo: ¿Pertenezco yo a la Iglesia?
¿Y ahora, no debería yo girar la búsqueda de mí mismo, girar mis facultades, y mis medios involucrados en la obra del mundo, utilizados en favor del mundo, y dedicados a la obra del mundo, -no deberíamos todos girar, lejos de allí, y ponerlo todo en la obra de la Iglesia, dedicarlo a la causa de la Iglesia en la tierra, a la Iglesia que pertenecemos? Vamos a hacer todos eso, y sabemos claramente que, espiritualmente, eso sacudiría el mundo fuera de su lugar. ¡Piénsalo! Si todos los Adventistas Del Séptimo Día del mundo podrían considerar realmente este deber, y amar a la Iglesia, y darse a sí mismos, con sus hijos, para la Iglesia y por la Iglesia, ¿cómo estaría nuestra obra? Estaría como debería estar. Y tal consagración como esa, traería tal poder del Cielo, que la obra sería fácil. La falta de obreros por falta de recursos, no sería como es ahora.
Y así, con todo el resto, en todas las áreas de la vida, si todos los Adventistas Del Séptimo Día del mundo, convertirían sus familias a la educación Cristiana, a la educación que se convierte en Iglesia, y que el mundo está llamando a la Iglesia para dar al mundo, y por la falta de la cual, y debido a la falta de ella, el mundo mismo está diciendo que la Iglesia (en esa educación) es claramente deficiente, -si esto se hiciera, el mundo podría fácilmente ser alcanzado en esta generación con el Mensaje de la Verdad Presente.
Es tiempo de que haya una Iglesia en el mundo, que se levante y sea, no una iglesia claramente deficiente en educación, sino que sea todo en educación. Si los Adventistas del Séptimo Día de verdad se darían a sí mismos a la Iglesia, amándola y entregarse a sí mismos por ella, con todos sus talentos, y todos sus medios, y todos sus poderes, entonces todo el problema estaría resuelto. Los campos del mundo son abundantes. Todo el mundo está preparado, abierto y listo para la cosecha final. Las profecías, tan abundantes, nos demuestran que ahora es el momento que se nos ha presentado. Si este pueblo (Adventista) nos presentaríamos a Cristo hoy, amando la Iglesia y darnos a nosotros mismos por ella, si este pueblo, digo, nos presentaríamos a Cristo como Su Iglesia, amando esa Iglesia, dándonos a nosotros mismos para ella, y entregarnos a ella, con todo nuestro esfuerzo y con todo el fruto de nuestro esfuerzo, en cualquier área de la vida, entonces, será como lo fue antes; esta será una santa Iglesia, que no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante.
La Iglesia es la columna y la plataforma, el soporte y el depósito de la verdad en el mundo. El único medio por el cual este mundo puede alguna vez obtener la verdad, es mediante la Iglesia. Puede ser, que la Iglesia, como la iglesia de Israel y de Judá, no compartirá de forma voluntaria esa verdad por el mundo. Las personas pueden, como Israel y Judá, encerrarse dentro de sí mismos, y torcer la verdad de Dios, poner otras cosas en su lugar, y mantenerse a ellos mismos lejos del mundo, y de este modo fallar en dar la verdad al mundo. Pero si eso será así, entonces esa Iglesia será esparcida, al igual como lo fue Israel y Judá, entre las naciones de los gentiles; y allí, en la opresión y en la esclavitud, las naciones encontrarán la verdad a través de la Iglesia. Así que, de cualquier manera que sea, la única manera de que las naciones puedan obtener la verdad, es por medio de la Iglesia. La única manera de que la verdad de Dios puede alcanzar a las naciones, es a través de Su Iglesia: por lo tanto, esto es lo que es que la Iglesia de Cristo, que es el cuerpo de Cristo: es la columna y la plataforma, el soporte y el depósito de la verdad en el mundo. Es, lo único que mantiene viva la verdad en la tierra.
¿Cómo, entonces, puede el mundo obtener la verdad de mí, como de la Iglesia, cuando todos mis esfuerzos son involucrados y gastados en actividades mundanales y en la filosofía del mundo sobre las actividades? ¿Puede hacerse eso? No, hermanos. El mundo no puede ver la Iglesia en mí, en ese estado de cosas. Para que la verdad alcance el mundo a través de mí, que soy de la Iglesia, es esencial que yo haga la obra, como obra de la Iglesia. Si soy agricultor, hacer agricultura como de la Iglesia. Si soy maestro, ser un profesor como de la Iglesia, un representante de la Iglesia. Si soy médico, ser un representante de la Iglesia, y hacer mi trabajo como el trabajo de la Iglesia. Por lo tanto, este llamado, que cada uno de nosotros que profesa pertenecer a la Iglesia, pertenezca realmente a la Iglesia, que todo en nuestra vida, en nuestras acciones, todo lo que surge en el curso de nuestras vidas, sea claramente de la Iglesia, sea relacionado con la Iglesia, se debe a que solamente así vamos a poder mantener y exaltar una Iglesia para la gloria de Dios, como miembros de la Iglesia.
Entonces, que la Iglesia será tan llena de la verdad, y será tan santificada por la verdad con la que se habrá llenado que la gloria de Dios contenida en esa verdad brillará, entonces, el mundo la verá: ¡La Iglesia gloriosa! La gloria del Señor se verá sobre ella y en ella, y se cumplirá la palabra: “Levántate, resplandece; que ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.” (Is 60:1) Ya sabemos que esto es así.
Ahora, todo esto, es simplemente decir, en otras palabras, que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios será consumado, como Él lo anunció a Sus siervos, los profetas. Ese misterio de Dios terminado, es el Evangelio anunciado a todo el mundo, que el fin puede venir. Ese misterio de Dios terminado en el mundo, es la obra de Dios terminada en la predicación del Evangelio a las naciones.
Y junto con eso, hay más: El misterio de Dios, ¡es Dios manifestado en carne! El misterio final de Dios, es la realización, la perfección de la manifestación de Dios en carne, en los creyentes en Jesús, que pertenecen a la Iglesia.
Por lo tanto, existen dos aspectos, o mejor dicho, dos lugares, en la terminación del misterio de Dios: un lugar es el mundo mismo, al que el Evangelio debe ser predicado; el otro lugar es la vida de los creyentes de la verdad. Podríamos predicar y proclamar de palabra, hasta los confines de la tierra, a toda alma en la tierra, en nuestra generación, tanto que se completaría esa fase de la obra, y estaría terminada; sin embargo, si la manifestación de Dios en la vida de aquellos que predican no se completa también, podríamos predicar esa cosa diez mil años más, y el fin nunca llegaría.
Y no es simplemente que el Evangelio será predicado a todo el mundo, y llenará todo el mundo; pero es que al hacerse eso, habrá un pueblo dispuesto a recibirle al final. Sin cumplirse la manifestación de Dios en la carne de cada creyente, no puede cumplirse el misterio de Dios. Ese misterio terminado, Dios manifestado en la carne -leer y comprender- significa que Dios debe ser visto en cada acto de la vida del creyente; de modo que en su vida, sea manifestado únicamente Dios. Sólo esa es la consumación del misterio de Dios, en la forma dispuesta por el Señor. Y sabemos que si ese camino estaría largamente extendido, y Dios tomara posesión y llenara la vida de los 18 millones de profesos Adventistas hoy, sería la cosa más fácil del mundo alcanzar más rápido a todas las naciones con el Mensaje de Salvación.
Una vez más: ¿Sabemos que el misterio de Dios es, "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria". Entonces el misterio final de Dios, es el fin del crecimiento espiritual, la manifestación de Cristo en los creyentes, de modo que estemos en este mundo como la imagen de Jesucristo, reflejándole sólo a Él, tanto que cuando los creyentes sean observados, sólo se pueda ver a Cristo: todo lo que se diga, todo lo que se haga, cada tono de voz, todo lo que somos, hablará solamente de Cristo. Sólo esa es la consumación del misterio de Dios en verdad, en la forma dispuesta por el Señor. Y eso es lo que tiene que venir, antes que el fin pueda venir. Esa es la Iglesia que Él presenta para Sí Mismo.
Y más todavía: el don de la gracia de Dios y de Su Espíritu es para la Iglesia, "a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, la edificación de la Iglesia, hasta que todos lleguemos… (no olvidemos), …hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios a un estado perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo"; para que seamos en este mundo, lo que fue Cristo cuando estuvo aquí. Sólo esa es la consumación del misterio de Dios.
Y esto no es difícil. No debe necesitar mucho tiempo para cumplirse, porque el Cristianismo es creación y no evolución. ¡Dios habla, y así es! No hay un largo proceso de transformación, en una larga serie de años, para desarrollarse, para evolucionar. Esa es una mentira de la boca de pastores Adventistas vendidos a la ganancia de dinero no de almas. No existe tal cosa como largos procesos de transición de la vida pecadora, a la vida santa. No. Somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. Todo lo que se necesita es rendición. Todo lo que se necesita para poner esta denominación (la IASD), todo este conjunto de personas, en la familia y en la Iglesia, para hacernos tan pertenecientes de la Iglesia, para que la obra sea terminada en esta generación, es la rendición incondicional a Jesucristo, y esa rendición mantenida eternamente. Todo depende de nosotros no de Dios. Nosotros somos los que decidimos si queremos ser miembros de la Iglesia de Cristo o de la sinagoga de Satanás (Rev 2:9). Y cuando decidimos ser miembros de la Iglesia de Cristo y nos entregarnos a nosotros mismos por ella, entonces es cuando Dios une el poder divino con la débil decisión humana, y el misterio de Dios se cumple en la carne humana, y el Adventista empieza a reflejar el carácter de Cristo en los actos, en los hechos de su vida terrenal, el pecador se vuelve santo, perfecto en Cristo Jesús, antes de la venida del Hijo de Dios.
Y, queridos amigos, como conclusión os quiero advertir que: mientras muchos pastores asalariados engañan el pueblo predicando que Cristo no puede venir hasta que eso pasará, y mientras el pueblo estará soñando dulces sueños, contento con ese pensamiento engañoso de proveniencia satánica, que Cristo no puede venir y no vendrá porque Su Iglesia no está preparada y no lo estará nunca, el Remanente de Dios, un pequeño grupo de creyentes Adventistas del Séptimo Día, van a mantenerse firmes en la verdad, saldrán de esta apostasía general que casi destruye la Iglesia de Cristo, pero no la destruirá, serán transformados en carácter, perfeccionados en la fe de Cristo, hechos semejantes a Cristo, cumpliendo de este modo el misterio de Dios en la carne de los creyentes, se unirán con el otro “pueblo Mío” que ahora está en la esclavitud en Babilonia (no son Adventistas), y juntos verán la venida de Cristo en poder y gloria en esta generación que será alcanzada con el Mensaje de Salvación, porque ellos habrán dado todo, material, físico y espiritual para la Iglesia, porque ellos se han dado a sí mismos para la Iglesia y ellos son y serán los únicos y verdaderos miembros de la Iglesia.
¡Nadie te engañe, amigo! ¡El fin del mundo ocurrirá en esta (última) generación, Cristo está cambiando el manto de Sacerdote Intercesor, por la coraza de la venganza del Rey del Universo, y los miembros de Su Iglesia están listos para recibirle! En este contexto, tengo ahora dos preguntas para ti:
¿Has comprendido lo que significa ser miembro de la Iglesia?; y,
¿Eres tu miembro de la Iglesia?
viernes, 17 de julio de 2015
Espíritu de Profecía - ¡Rebajando Autoridad!
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Ellen G. White, Profeta de la IASD - (1827-1915) |
“El ultimísimo engaño de Satanás será el dejar sin efecto el Testimonio del Espíritu de Dios. ‘Donde no hay visión el pueblo perece.’ (Prov 29:18). Satanás trabajará hábilmente en diferentes formas y mediante diferentes instrumentos para alterar la confianza del pueblo remanente de Dios en el Testimonio verdadero.” ( 1MS, 54; Carta 12, 1890).
No muchos Adventistas perciben el peligro de esta resolución y los que lo hacen apenas se dan cuenta lo que esto significa en realidad. Para dar a los lectores un poco de información antecedente, el 7 de julio de 2015, en la sesión de la Conferencia General celebrada en San Antonio, Texas, se aceptó por mayoría de votos que se haga un cambio en la redacción de la Creencia Fundamental No. 18.
La reformulación, como veremos más adelante, devalúa significativamente el don profético y los escritos de Ellen White. La versión modificada de La Creencia Fundamental 18 refleja el creciente desprecio y la progresión descendente en la actitud que los líderes Adventista del Séptimo Día y los miembros de la IASD tienen generalmente hacia los escritos de Ellen White. Echemos un vistazo a la declaración de creencias antes que fue modificada:
“Uno de los dones del Espíritu Santo es la profecía. Este don es una señal identificadora de la iglesia remanente y es manifestado en el ministerio de Elena G. de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una permanente y autoritaria fuente de verdad, que proporciona consuelo, dirección, instrucción y corrección a la iglesia. Ellos también establecen con claridad que la Biblia es la norma por la cual debe ser probada toda enseñanza y toda experiencia.”
La reformulación revisada por el Consejo Anual de la IASD en el otoño de 2014, fue votada y aprobada en la Sesión de la Conferencia General de 2015. El informe es que, "los delegados votaron el La Creencia 18 según se presenta a continuación:
“Las Escrituras testifican que uno de los dones del Espíritu Santo es la profecía. Este don es una marca identificadora de la iglesia remanente y nosotros creemos que fue manifestado en el ministerio de Elena G. de White. Sus escritos hablan con autoridad profética y proporcionan consuelo, orientación, instrucción y corrección a la iglesia. También dejan claro que la Biblia es la norma por la cual toda enseñanza y experiencia debe ser probada.”
Por si alguien se perdió eso, observemos que la declaración enmendada, elimina las frases, "mensajera del Señor" y, "una fuente continua y autoritaria de verdad".
Esta nueva redacción que elimina "una fuente continua y autoritaria de verdad", indica que los escritos de Ellen White ya no son considerados aplicables y pertinentes para hoy. En esencia, los líderes aprobaron y los delegados votaron, que los escritos de Ellen White han dejado de ser una fuente autoritaria de verdad. Además, la declaración revisada que dice que los escritos de Ellen White solamente "hablan con autoridad profética", circunscribe o confina la naturaleza autoritaria de los escritos de Ellen White solamente a la profecía.
Sin embargo, el Espíritu de Profecía, que es el Testimonio de Jesús (véase La Revelación 12:17 y 19:10), abarca todos los aspectos de la vida humana, porque Cristo se preocupa de todas las esferas que pertenecen al hombre, física, mental y espiritual. El Espíritu de Profecía es por lo tanto mucho más que la predicción de eventos futuros.
Antes de continuar, deseo comentar sobre la frase modificada en la declaración de la Creencia No. 18, que dice que los escritos de Ellen White hablan con “autoridad profética”.
Eso, en el mejor de los casos, no es algo sincero, y, en el peor de los casos, es una mentira descarada, simplemente porque un montón de líderes Adventistas Del Séptimo Día, ni siquiera creen en las profecías explicadas y expuestas en los escritos de Ellen White; por lo tanto, ellos no predican ni enseñan acerca de ellos.
Para aclarar este punto, declaro que eso es exactamente correcto; muchos líderes se han distanciado de las profecías presentadas en los escritos de Ellen White, con el objetivo planificado minuciosamente de disminuir la distancia y la distinción entre la IASD y las otras denominaciones evangelicas. Por otra parte, al afirmar que la “autoridad” de los escritos de Ellen White es solamente “profética”, ellos han dado ahora la licencia de ignorar por completo y de no tener en cuenta los consejos e instrucciones en materia de salud, alimentación, vestido, recreación, música, culto de adoración, educación, trabajo misionero de sostén propio, finanzas y cada otro tema que no cae en lo que ellos llaman “profecía”.
La astucia del serpiente es criminal cuando pasa desapercibida.
Analicemos ahora la otra frase que fue borrada de la Creencia Fundamental No.18: “el mensajero del Señor”. En primer lugar, es importante entender, que se trata de algo más que el cambio de sintaxis. En segundo lugar, tenemos que determinar, ¿de dónde exactamente vino este título? ¿Fue simplemente ideado por los líderes Adventistas Del Séptimo Día? ¿O fue elegido por Ellen White misma?
Esta declaración viene del libro Mensajes Selectos, vol.1, pág.32 donde podemos leer:
“No he tenido que declarar otra cosa, sino que se me ha instruido que yo soy la mensajera del Señor; que Él me llamó en mi juventud para ser Su mensajera, para recibir Su palabra, y para dar un mensaje claro y decidido en el nombre del Señor Jesús. En mi temprana juventud se me preguntó varias veces: ‘¿Es Ud. profetisa?’ Yo siempre he respondido: ‘Soy la mensajera del Señor. Sé que muchos me han llamado profetisa, pero no he pretendido ese título. Mi Salvador me declaró ser Su mensajera.”
Está claro que ningún ser humano le dio este título a Ellen White, sino Dios mismo le declaró a Su sierva que es Su mensajera. Por lo tanto, ningún ser humano tiene la autoridad de cambiar o de eliminar este título. No debemos añadir ni restar nada a la palabra de Dios. Hay un tremendo “¡ay!” pronunciado sobre cualquier persona que aprueba o vota cambios sobre lo que Dios ha declarado. Según Apocalipsis 22:18 y 19:
“Si alguno añadiere a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro.”
Los principios de esta Escritura también se refieren a los escritos de Ellen White.
Y hay también otro testimonio que confirma que el título de “mensajera del Señor”, no es un título terrenal sino uno celestial que fue dado a Ellen White por Dios Mismo. Todo el tiempo hasta su muerte Ellen White fue reconocida como siendo la “mensajera del Señor”, pero ahora en 2015, la denominación de repente ha votado que ella no es la “mensajera del Señor”. ¡Que Dios tenga misericordia de nosotros! Vamos a leer la siguiente afirmación:
“Durante medio siglo he sido la mensajera del Señor, y mientras siga viviendo seguiré llevando los mensajes que Dios me dé para Su pueblo. No me atribuyo ninguna gloria a mí misma. En mi juventud el Señor me hizo Su mensajera, para comunicar a Su pueblo Testimonios de ánimo, de advertencia y de reproche. Durante sesenta años he estado en comunicación con los mensajeros celestiales y he aprendiendo constantemente con referencia a las cosas divinas, y con respecto a la manera en que Dios está trabajando continuamente para sacar a las almas del error de sus caminos y traerlas a la luz de Dios” (3MS, 71).
No debemos olvidar que estos cambios se propusieron primero y luego fueron aprobados por los líderes Adventistas, en el Consejo Anual de otoño 2014, y luego fueron enviados a la Sesión de la Asociación General de 2015 para ser votados, y luego aprobados por mayoría de votos.
La degradación sutil y permanente del Espíritu de Profecía, los escritos de Ellen White, que finalmente en 2015 culminó con el rechazo absoluto de los mismos, es sorprendentemente reminiscente de la era de oscuridad espiritual en la que el Sábado del séptimo día de Dios, fue progresivamente y metódicamente rebajado en concilios celebrados con frecuencia, y finalmente descartado por completo, mientras que el domingo fue correspondientemente exaltado, y, finalmente, aclamado como "el día del Señor.". Esto es lo que está sucediendo desde hace bastante tiempo, y ahora los escritos de Ellen White han sido vistos por el pueblo de Dios, como una reliquia del pasado y fueron degradados, rebajado y más denigrados continuamente, mientras que las opiniones del hombre, no los de la Biblia, han sido exaltados a una posición en la que invalidan la Biblia.
“Grandes concilios fueron establecidos de vez en cuando, en que se reunían los dignatarios de la iglesia de todo el mundo. Casi en cada concilio el Sábado que Dios había instituido era rebajado un poco más mientras que el domingo era exaltado en igual proporción. Así fue cómo la fiesta pagana llegó a ser honrada como institución divina, mientras que el Sábado bíblico era declarado una reliquia del judaísmo y se pronunciaba una maldición sobre sus observadores.” (GC, 53).
Como he mencionado antes, el rechazo del Espíritu de Profecía, como es declarado en la resolución votada, no acaba de suceder de repente y sin avisos anteriores; eso estuvo sucediendo y se remonta hasta los días de Ellen White y ha continuado hasta el presente. No debemos olvidar que hace 10 años, también en una sesión de la Conferencia General, los delegados votaron que los escritos de Ellen White no pueden “definir nuestra [de los Adventistas] fe y nuestra práctica.
Echemos un vistazo a, y examinemos la, primera parte de la resolución votada en relación con la última declaración a que acabo de hacer referencia. En un artículo de Adventist Review, el autor afirma que, “la resolución señala que el estudio de los escritos de la señora White dirigen constantemente la Iglesia hacia la Biblia como siendo el fundamento mismo de fe y práctica...”. El Dr. . Ángel Manuel Rodríguez agregó que el don ejercido por Ellen White, “puede enriquecer, pero no definir nuestra fe y práctica.”[1]
Según podemos ver, la primera parte dice que los escritos de Ellen White conducirán la Iglesia hacia la Biblia. Si este es el caso, entonces sus escritos deben definir tanto la fe como la práctica de los Adventistas Del Séptimo Día. Pero votándose que los escritos de Ellen White no se pueden utilizar para definir la fe y la práctica de los ASD, las implicaciones son que sus escritos no deben ser consultados en asuntos de fe o práctica. ¿De qué sirven sus escritos, entonces? ¿No es eso un rechazo flagrante del Testimonio de Jesús?
Sí, este es realmente un asalto directo contra la autoridad de los escritos de Ellen White, relegando sus escritos a una lectura meramente opcional.
Los mismos escritos de Ellen White que son ahora tirados a un lado, y cuyos consejos son pisoteados por aquellos a quien fueron enviados a salvar, profetizan que este rechazo tendrá lugar, y que es el plan estudiado de Satanás para debilitar la fe del pueblo de Dios en el Espíritu de Profecía, y que finalmente conducirá a su perdición. Desafortunadamente Satanás ha tenido mucho éxito en su asalto contra los escritos de Ellen White. Consideremos la siguiente declaración:
“Satanás está constantemente intentando introducir lo espurio a fin de apartar de la verdad. El ultimísimo engaño de Satanás será hacer sin efecto el testimonio del Espíritu de Dios. ‘Donde no hay visión el pueblo perece’ (Proverbios 29:18). Satanás trabajará hábilmente en diferentes formas y mediante diferentes instrumentos para perturbar la confianza del pueblo remanente de Dios en el testimonio verdadero. Se encenderá un odio satánico contra los Testimonios. La obra de Satanás será perturbar la fe de las iglesias en ellos [en los Testimonios]: Satanás no puede disponer de una senda tan clara para introducir sus engaños y atar a las almas con sus errores si se obedecen las amonestaciones y reproches del Espíritu de Dios.” (1MS, 54-55)
Dado que es notablemente evidente que los escritos de Ellen White han sido rechazados a nivel denominacional, no cabe duda de que los resultados de tal resolución, seguirán en rápida sucesión, segun se explican en la siguiente cita de Testimonios para la Iglesia, Vol.4, pág. 209:
“Es el plan de Satanás debilitar la fe del pueblo de Dios en los Testimonios. El siguiente paso será el escepticismo con respecto a los puntos vitales de nuestra fe, los pilares de nuestra posición, luego la duda sobre las Sagradas Escrituras y, finalmente, el descenso a la perdición. Cuando se duda de los Testimonios en los que una vez se creyó y se abandonan, Satanás sabe que los que han sido engañados, no se detendrán, y redobla sus esfuerzos hasta que desencadena la rebelión abierta, la cual se vuelve incurable y desemboca en la destrucción.”
Amigos, esta declaración es verdaderamente alarmante y seria, ya que muestra la progresión de una etapa del pecado, empezando con la pérdida de fe en los Testimonios, a otra, que termina en rebelión abierta contra Dios. Y para cualquier persona que duda y que rechaza al Mensajero del Señor en última instancia conducirá a, “rebelión abierta, la cual se vuelve incurable y desemboca en la destrucción.”
Y para los que dudan y rechazan al Mensajero del Señor, les refiero los relatos del antiguo Israel.
“Y Jehová el Dios de sus padres envió a ellos por medio de Sus mensajeros, levantándose de mañana y enviando; porque Él tenía misericordia de Su pueblo, y de Su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban Sus palabras, burlándose de Sus profetas, hasta que subió el furor de Jehová contra Su pueblo, y no hubo ya remedio.” 2ª Crónicas 36:15-16).
“¡Oh, Jerusalén, Jerusalén, tu que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta.” (Mat 23:37-38).
Así como Cristo ha declarado de Su pueblo, que finalmente se divorciaron de Él: “Oh, Israel, te destruiste a ti mismo”. (Oseas 13:9).
Los mismos medios que Dios envió para salvarlos, ellos rechazaron, y así será el caso de todos los que rechazan los escritos de Ellen White.
Creo que la razón principal de que la resolución errónea acerca del Espíritu de Profecía fue aceptada en la Sesión de la Asociación General 2015, fue aclarar la posición de que el Espíritu de Profecía no está en el mismo nivel de inspiración como la Biblia. Y esto es absolutamente sin sentido; los escritos de Ellen White son inspirados, o no inspirados. No podemos decir que son medio-inspirados, o que son inspirados solamente cuando tratan de profecía.
Y esto trae a la memoria otra declaración convincente que dice,
“Conozco vuestro peligro. Si perdéis la confianza en los Testimonios, os apartaréis de la verdad bíblica. He temido que muchos tomarían una posición de duda, y en mi angustia por vuestras almas, quiero amonestaros. … Dios y Satanás no trabajan nunca como asociados. Los Testimonios llevan el sello de Dios, o el de Satanás. Un buen árbol no puede producir frutos corrompidos, ni puede un árbol corrompido producir buenos frutos. Por sus frutos los conoceréis. Dios ha hablado. ¿Quién ha temblado a Su palabra?” (5TI, 92).
Dado que denominacionalmente, los Adventistas Del Séptimo Día han votado que los escritos de Ellen White ya no son autoritarios, ni una continua fuente de verdad, y que Ellen White ya no es “mensajero del Señor”, es imperativo que a nivel individual, cada persona, cada uno de nosotros asegurarnos de que nos aferramos al don que Dios ha dado con tanta misericordia a Su pueblo, mediante los escritos de Ellen White. Yo exhortaría a cada uno examinar por sí mismo, e indagar fervientemente el modo en que está tratando este regalo, los escritos de Ellen White.
Voy a terminar con una nota muy grave, porque lo que se ha votado, no es algo que debería tomarse a la ligera. Leamos esta cita:
“Una cosa es cierta: los Adventistas Del Séptimo Día que ocupan su posición bajo la bandera de Satanás, primero abandonarán su fe en las advertencias y los reproches contenidos en los Testimonios del Espíritu de Dios.” 3MS, 93 (1903)
Jesús nos exhorta con amor, para muchos posiblemente por última vez: “Volveos, volveos de vuestros malos caminos; "¿por qué moriréis, oh casa de Israel?"
claudio popa
burgos, españa
19.07.2015
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